LA CAÍDA Y EL ALBEDRÍO MORAL

El evangelio de Juan testifica que " de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna"1.

Esta declaración evidencia el rol singular y trascendente de Jesucristo en el Plan de Salvación del Padre; al punto que Lucas declara que "en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"2.

En el Concilio de los cielos, el Padre presentó Su plan y Jesucristo se ofreció voluntariamente a ser el Salvador y Redentor de la familia humana, conforme a los términos del Plan.

"Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre" dijo, en tanto que Satanás, cuyo ofrecimiento el Padre rechazó, "se rebeló contra [Dios], y pretendió destruir el albedrío del hombre que ... Dios el Señor, le había dado"3.

De manera que el Plan del Padre consistía en fundar la existencia terrenal del hombre sobre el principio del albedrío moral, y la provisión de un Salvador y Redentor que redimiría al hombre de los pecados que inevitablemente cometerían en el uso de ese albedrío moral que Jesús defendió al apoyar la voluntad del Su padre.

El principio del albedrío moral se instituyó, después de la Creación, cuando el Padre dijo a Adán y Eva: "De todo árbol del jardín podrás comer libremente, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás. No obstante, podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido; pero recuerda que yo lo prohíbo, porque el día en que de él comieres, de cierto morirás."4

Es importante detenerse en las palabras del Padre a Adán. En esa instancia, le otorgó al hombre el derecho a elegir; y si bien es cierto que le prohibió participar del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, le concedió asimismo escoger, según su voluntad, el obedecer o no esa prohibición.

No podía ser de otra manera, pues de lo contrario, Dios mismo estaría violando el albedrío sobre el cual basó su Plan divino. Pero ese apego al plan original contenía una advertencia: "el día en que de él comieres, de cierto morirás".

Sabemos que Adán y Eva participaron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, en uso de su albedrío, y provocaron la Caída.

La consecuencia inmediata de la Caída resultó beneficiosa para la prosecución del Plan del Padre, como no podía ser de otra manera, al haber sido ese plan ideado por un ser omnisapiente y perfecto:

"Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo."5

Pero el relato de la Caída encierra otra gran enseñanza: el uso del albedrio moral siempre implica consecuencias.

El uso indebido, trae consecuencias indeseables, negativas, que llevan al pecado y frenan el progreso del hombre.

El uso correcto del albedrio moral conlleva la obediencia a la voluntad del Padre, y acarrea bendiciones y progreso espiritual, ampliando el conocimiento del hombre acerca del Padre y del Hijo, y llevando a la vida eterna.6

De la Caída aprendemos que "la libertad con que Cristo nos hizo libres"7 implica que tenemos la capacidad de elegir según nuestra voluntad, pero no podemos escapar a las consecuencias que nuestras decisiones acarrean en nuestra vida.

Si esas consecuencias que son el fruto por elegir el pecado sólo podrán ser superadas por la fe en Jesucristo, y el arrepentimiento sincero que deviene de esa "tristeza según Dios"8 de la que habló Pablo.

El gozo que menciona Nefi al hablar de la existencia del hombre sólo proviene de absorber nuestra voluntad en la voluntad del Padre.9

(1) Juan 3:1

(2) Hechos 4:12

(3) Moisés 4:1-4

(4) Moisés 3:16-17

(5) 2Nefi 2:25

(6) Véase Doctrina y Convenios 132:24

(7) Gálatas 5:1

(8) 2 Corintios 7:1

(9) Véase Mosíah 15:7

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