DUDAS Y CERTEZAS

En ocasiones, algunas personas encuentran difíciles de aceptar los relatos de ciertos acontecimientos, según lo presentan las Escrituras.

Sus dudas se basan mayormente en que buscan, infructuosamente, una explicación científica al relato bíblico.

En otras ocasiones, simplemente encuentran inaceptables ciertos hechos porque les parecen fábulas, incluso afirmaciones falsas que chocan con su intuición o razonamiento propio.

Pablo dice en su primer Epístola a los Corintios (capitulo 2, versículos 13 y 14):

"... lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por humana sabiduría, sino con las enseñadas por el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.

Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente."

Existen cosas que realmente llegaremos a conocer "cómo" acontecieron cuando Cristo vuelva en su regreso glorioso.

Así lo testifica las Escrituras:

"Sí, en verdad te digo que el día en que el Señor venga, él revelará todas las cosas:

cosas que han pasado y cosas ocultas que ningún hombre conoció; cosas de la tierra, mediante las cuales fue hecha, y su propósito y estado final;

cosas sumamente preciosas; cosas que están arriba y cosas que están abajo; cosas que están dentro de la tierra y sobre la tierra y en el cielo."1

Pero seamos honestos. ¿Puede alguien, por ejemplo, no aceptar el relato bíblico del Diluvio, del cual desconoce tantos detalles divinamente omitidos y, sin embargo, aceptar el relato de la Creación, la división del Mar Rojo, el agua convirtiéndose en vino durante las bodas de Caná, o tantos milagros llevados a cabo por Jesús y Sus discípulos, que también desafían el conocimiento científico actual?

¿Y el milagro de la Resurrección de Cristo?, ¿y las tumbas que se abrieron luego, con la resurrección de muchos otros que habían fallecido antes?

¿Acaso se deja de creer en la Ciencia por lo mucho que ella desconoce?

Sin embargo, más allá de esta última interrogante, que más bien es retórica, lo que debemos aceptar es que, si somos creyentes, andamos por la fe y lo que sabemos por experiencia espiritual propia. Ello siempre debe ser más fuerte que lo que, por ahora, desconocemos.

El propósito del Evangelio es, y ha sido siempre, mostrar el camino al Padre a través de Su Hijo, y no el contestar todas nuestras dudas.

Al fin y al cabo, para nosotros, nos debería alcanzar con saber una sola cosa: que JESÚS ES EL CRISTO.

Y una sola cosa debiéramos procurar: SEGUIRLE...

(1) Doctrina y Convenios 101:32-34

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