EL VALOR DE LA FAMILIA

De las cosas que he aprendido en mi vida, la importancia de la familia ocupa un lugar preponderante.

La familia es donde podrían transmitirse más eficazmente los mejores valores morales, éticos y sociales a las generaciones que nos sucederán.

La familia podría ser el factor de cambio más efectivo para mejorar las sociedades si tan sólo las sociedades le diesen el valor que realmente tiene.

La familia podría ser el mayor tesoro de una persona, y su fuente de felicidad que sobrepuje los éxitos materiales y sociales que el mundo ofrece, pero que a muchos niega.

La familia podría brindar la fortaleza que se necesita para enfrentar las adversidades, dolores y enfermedades que inevitablemente se van enfrentando en el devenir de los días. Podría brindar la paz en medio de las tempestades, el consejo oportuno, la ayuda eficaz, el amor que cura y eleva.

La familia podría ser el motor de la esperanza, la fuente de la autoestima que se necesita para sobreponerse a las debilidades de la naturaleza humana y vencerlas; el lugar donde encontráramos el consuelo que buscamos, los ejemplos de virtud, caridad y compasión que nos formasen como personas de bien. Podría enseñar la solidaridad como ninguna otro poder sobre la tierra.

La familia podría ser el laboratorio donde experimentemos nuestro potencial de amar y sacrificarnos por quienes amamos, al tiempo que podría promover en nosotros el deseo de extender esos sentimientos y actitudes a nuestro prójimo, sin importar quien sea.

Todo eso podría ser la familia y mucho más, aún hasta llevarnos a todo lo bueno que hay en la vida, y a la Fuente de toda esa bondad, que es Dios.

Esto lo digo porque me siento lo suficientemente bendecido como para saberlo sin lugar a duda en mi corazón. Porque así ha sido en mi caso.

Sin embargo, muchos le dan la espalda, promoviendo otras esferas de acción cuyos frutos no parecen haber resultado en mejores opciones de vida.

Acepto que otros piensen distinto, pues están en su derecho de hacerlo.

Pero... ¿por qué perseguirla? ¿Por qué menospreciarla? ¿Por qué hablar mal de ella? ¿Por qué burlarse de quienes creemos en ella? ¿Por qué buscar destruir a la familia como elemento esencial de la sociedad?

A veces pienso que muchos reniegan de ella porque la vida les ha negado los frutos de una familia feliz; porque no han probado de su dulce fruto, o se han ido en pos de otros ideales que les han alejado de quienes la defendemos como uno de nuestros más valiosos dones.

Reclamo el derecho de defender la familia. Reclamo el derecho de expresarme en ese sentido sin ser censurado. Reclamo el derecho de creer en Dios; y en que Él, en su infinita sabiduría, la instituyó para la felicidad de Sus hijos.

Éste es mi testimonio acerca del valor de la familia...

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