SOBRE LA LIBERTAD
La libertad, ejercida en un contexto de justicia, conlleva a la igualdad de oportunidades y a la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano.
Las desigualdades presentes en el mundo no son el resultado
de priorizar la libertad. Esas desigualdades deben su existencia a la falta de
valores morales, dominante en buena parte de las esferas de poder de las
sociedades.
El argumento de que la política y la moral corren por sendas
diferentes impide que las decisiones políticas consideren los valores morales
como fuente de inspiración.
Pareciera que si un valor moral es parte de un credo
religioso debe ser descartado en aras de un laicismo campante cuando, en
realidad, existen valores morales universales que hasta hace poco nadie
cuestionaba, sin importar si eran adoptados por tal o cual credo.
Nuestra civilización occidental recogió durante milenios las
bases de la moral judeocristiana la cual, sin duda, resume lo mejor de la
convivencia humana.
No importa en qué se crea o se deje de creer. Amar al
prójimo como a uno mismo, no matar, no robar, no dar falso testimonio, etc.,
siguen siendo valores imprescindibles para asegurar la justicia y respeto mutuo
entre los habitantes del planeta.
Si se siguieran las enseñanzas de Cristo no habría pobres,
ni en lo material ni pobres de espíritu; pero, con demasiada frecuencia,
algunos segmentos de las sociedades se inclinan por desestimarlas, invocando un
ejercicio de la libertad que en realidad la coarta en pos de una igualdad
alienante que empareja hacia abajo y castra la mismísima libertad.
El igualitarismo, que propugna la desaparición de las
diferencias sociales colocando la igualdad como bien supremo, a expensas aún de
la libertad, desconoce las diferencias naturales entre las personas,
despreciando el esfuerzo individual que merece ser recompensado en proporción a
sus logros. De esa forma, tiende a anular la iniciativa personal y exalta la
mediocridad.
Los logros personales no matan la solidaridad. El egoísmo
sí.
La pobreza no es la consecuencia del éxito de quienes se
esfuerzan legítimamente por progresar en lo material, sino del egoísmo
imperante, la corrupción, la ilegalidad y la falta de oportunidades de
empoderamiento intelectual y tecnológico de los más humildes (empoderamiento
basado sobre todo en una educación universal equitativa, eficiente y
productiva); carencia, esta última, que resulta de todo lo anterior, encerrado
en un círculo vicioso que sólo los valores morales tradicionales, afianzados en
el corazón de las personas, pueden romper.
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No promovemos ni aceptamos controversias en nuestro blog, siendo nuestro propósito es unir corazones, pues "no es [la] doctrina [de Cristo], agitar con ira el corazón de los hombres, el uno contra el otro; antes bien [Su] doctrina es esta, que se acaben tales cosas."