¿POR QUÉ VENIR A CRISTO?

La invitación de "venir a Cristo" es la oportunidad mayor de nuestra vida. No solamente porque se trata de aceptar el convite de estar junto a nuestro Salvador, fuente de redención y camino que conduce a la vida eterna, sino también porque nos hace verdaderamente libres.

El propio Jesús testifica que Él es "el camino, la verdad y la vida"1 y que, al conocer la verdad, ella nos hará libres2.

¿Libres de qué? ¿Libres de sufrir enfermedades y dolores, persecución y fatigas, frustraciones y angustia? Ya sabemos que esas circunstancias forman parte de la vida. Son inevitables y, tarde o temprano. A todos nos toca probar una porción de ellas.

La libertad que Jesús prometió refiere a otros aspectos de la vida.

Por lo pronto, el conocimiento de la verdad nos libera del desamor, del error, del engaño, de la depresión y del fracaso.

Sus mandamientos nos enseñan a amar. Las Escrituras nos refieren al pueblo de Zarahemla y testifican que se "les había enseñado a guardar los mandamientos de Dios, a fin de que se regocijaran y estuvieran llenos de amor para con Dios y todos los hombres"3.

En la medida en que más conocemos a Jesús, más aprendemos a amar con el amor puro con que Cristo nos amó desde el principio. Y no existe mayor virtud que la de saber amar, ni felicidad mayor que la de poder amar. Así, es posible que nos libremos del desamor que reina en nuestro derredor.

En la medida en que más conocemos a Jesús, más deseos sentimos de parecernos a Él, pues se admira a quien se ama. Ello nos lleva a emularle. Así, es posible que progresemos en nuestra condición ante el Padre, trayendo sobre nosotros Su amor y como consecuencia, contemos con Su ayuda y consejo, resultando más libres de cometer errores.

En la medida en que más conocemos a Jesús, reconoceremos más fácilmente la diferencia entre el trigo y la cizaña, sabiendo que lo que contradice Sus enseñanzas, de mala fuente procede. Así, es posible que nos libremos de "los lobos que vendrán a nosotros disfrazados de corderos"4 con su vorágine de engaños.

En la medida en que más conocemos a Jesús, tendremos la esperanza, no sólo de una resurrección gloriosa que venza la muerte que a todos nos llegará algún día; sino también de reencontrarnos con nuestros seres queridos envueltos en el abrazo de una familia eterna.

Entretanto, viviremos siempre con la esperanza de superar los desafíos de esta vida, no importa cuán duros sean, pues Él "tom(a) sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo"5 y nunca nos "dejará huérfanos"6 de Su socorro. Así, es posible que escapemos de la depresión que corroe el alma.

En la medida en que más conocemos a Jesús, nuestra vida habrá valido la pena vivirla, pues sabemos, por motivo de Sus enseñanzas, que "exist(imos)... para tener gozo"7: el gozo de caminar por la vida con el Padre y Jesús haciendo morada con nosotros8.  Así, es posible que escapamos del fracaso de una vida vivida en vanidad.

Porque "si un hombre... vive muchos años y los días de su edad son numerosos, pero su alma no se ha llenado del bien y además carece de sepultura, yo digo que el que nace muerto es mejor que él.

Porque en vano vino y a las tinieblas va, y con tinieblas será cubierto su nombre."9

(1) Juan 14:6

(2) Juan 8:32

(3) Mosíah 2:4

(4) Ver Mateo 7:15

(5) Alma 7:11

(6) Juan 14:18

(7) 2Nefi 2:25

(8) Juan 14:23

(9) Eclesiastés 6:3-4

Comentarios