EQUILIBRIO EN LA VIDA

Hace un tiempo escribí: hacemos según lo que somos; y lo que somos se revela a través de lo que hacemos.

Algunos creen que a través de lo que hacemos podemos ocultar lo que somos. Sin embargo, como decía Abraham Lincoln, "se puede engañar a todo el mundo algún tiempo…se puede engañar a algunos todo el tiempo…pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo." Tarde o temprano la verdadera naturaleza de lo que somos se revela al mundo - y a nosotros mismos- a pesar de nuestros esfuerzos por disimularlo.

Se dice también que, de alguna manera, somos escenario de una lucha entre lo que somos, lo que pretendemos parecer y lo que los demás creen ver en nosotros.

Ese divorcio entre lo que somos, la imagen de lo que querremos irradiar y lo que los otros perciben puede ser fuente de frustraciones y conflictos internos.

¿Cómo se reconcilia lo que somos con lo que pretendemos mostrar que somos? ¿Con lo que queremos ser?

Jesús sabiamente nos enseñó que " un reino dividido no puede prevalecer"1.

Para lograr estabilidad debemos, por un lado, conocernos a nosotros mismos. Ello requiere capacidad de introspección, autocrítica y honestidad.

Luego es necesario tener un propósito en la vida, un sueño que perseguir, un norte hacia el cual dirigir nuestros pasos. Un propósito que sobrepuje nuestro egoísmo y nos dé un sentido trascendental, basado en nobles ideales y acciones desprovistas de egoísmos.

Por último, y por sobre todo, se deben poseer valores que se funden en el bien; en procurar no sólo el bien propio sino también el ajeno. Entre esos valores debe prevalecer el culto a la libertad y el reconocimiento firme de que los mismos derechos que reclamamos, debemos respetarlos en los demás.

La mayor virtud que debe desarrollarse es la integridad. El mayor recurso del carácter es la autoestima. El bien moral más valioso, el amor; como el de Aquél quien dio su divina Vida por nosotros.

El deseo de aprender; la capacidad de encontrar en nuestros errores una oportunidad de crecimiento personal; la humildad de reconocer nuestras limitaciones y vulnerabilidades; la determinación de hacer siempre cuanto podamos y la constancia en esforzarnos por vivir a la altura de lo que Dios espera de nosotros, nos ayudarán a mantener el equilibrio en medio de las tempestades que la adversidad provoca y la gloria que proviene de las victorias efímeras que el devenir nos regala.

"No sea(mos) sabio(s) en [nuestra] propia opinión" 2.

¿No sab(emos) que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero solo uno se lleva el premio? Corr(amos) [pues] de tal manera que lo obteng(amos).”3

Pero no corramos sin la ayuda de Quien más nos ama; y Quien más desea que alcancemos una felicidad incorruptible y eterna. Hoy y para siempre...

El hombre que da la espalda a las enseñanzas de Jesús no sólo manifiesta su legítima incredulidad, a la cual nadie le quita su derecho... Manifiesta también su poco interés en la esencia de esas enseñanzas: el Amor sin límites.

La base del verdadero equilibrio está en ese Amor.

(1) Véase Marcos 3:24-25

(2) Proverbios 3:7

(3) 1 Corintios 9:24

Comentarios