POR CONVENIENCIA

En una de las tantas películas de malos y buenos, el protagonista se encuentra frente a frente con el villano declarándole la insensatez de elegir el camino del mal.

La réplica del villano no se deja esperar:

'¿Qué es el mal? ¿Qué es el bien? El bien es lo que a mí me conviene."

Ya ni recuerdo el título de la película, pero aquella respuesta quedó grabada en mi mente a lo largo de los años.

Su aseveración es propia de una filosofía de vida muy común hoy en día, una filosofía utilitaria y egocéntrica: la de conducirse por la conveniencia antes que por la justicia.

Al referirme a la justicia lo hago en términos de lo que es justo, aquello que debe hacerse por encima de los intereses personales aun a costa de sufrir una pérdida.

Es claro que es muy sencillo determinar lo que conviene si uno se deja llevar por sus deseos o caprichos. Es más difícil (y para algunos, imposible) determinar lo que es justo pues la justicia está íntimamente ligada a la verdad; y ésta demanda de una fuente que la avale o, a lo sumo, de un consenso que resulta esquivo para la humanidad.

Por eso la justicia humana, la que determinan las leyes creadas por los hombres, ha de ser impuesta y su violación castigarse.

Actuar por conveniencia no siempre resulta censurable, pero lo es cuando al hacerlo se viola el derecho del prójimo, o la acción resulta en un daño a un inocente. En ocasiones, actuar por conveniencia nos puede privar de hacer un bien.

Elegir la conveniencia como fin lleva naturalmente al exaltar el relativismo moral, a la desvalorizar de los principios que rigen la convivencia pacífica de los individuos, y lleva implícito vivir de espaldas a las leyes de Dios.

Tal vez al incrédulo poco le importe, pero al que se esfuerza por seguir los preceptos cristianos, la conveniencia puede ser mala compañía si colida con esos preceptos.

Para el cristiano, agradar a Dios debe estar por encima de su propia conveniencia. Dicho de otro modo, su conveniencia debe ser la de agradar a Dios.

Jesús dio el ejemplo, cuando en agonía, pidió al Padre no beber la amarga copa de Su sufrimiento y sin embargo dijo:" pero no se haga mi voluntad, sino la tuya."1

Tener presente la conveniencia de Dios y no la propia es fuente de fortaleza y gozo para el cristiano. A la larga, también lo sería para la sociedad toda.

(1) Lucas 22:42

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