NUESTROS PROPIOS AGENTES
"Yo les enseño principios justos, y ellos se gobiernan solos".
Esa fue la respuesta del Profeta José Smith cuando se le
consultó cómo hacía para gobernar la Iglesia a medida que iba creciendo y
nuevos conversos, de los más variados orígenes, se iba uniendo a ella.
José Smith, como todos los profetas de la antigüedad y
modernos, y hasta el mismísimo Señor Jesucristo, se han distinguido por su
sabiduría, claridad y simpleza al enseñar la verdad y, en definitiva, el camino
a la felicidad aquí y la vida eterna en el mundo venidero.
La precisión que el Profeta José declaró en esa ocasión se
caracteriza por su claridad y simpleza, sin menoscabo de su profundidad y
justicia.
Arroja una luz inconmensurable en cuanto a cómo debe encarar
su vida quien desee ser discípulo de Jesucristo, y su relación con el
Evangelio, la Iglesia y, en última instancia, con Dios.
El Plan de Salvación es un plan basado en principios, en una
serie de verdades, preceptos y doctrinas que llevan a la Verdad, al
entendimiento del propósito de la vida y la unidad con el poder divino.
Es así como Jesús declaró acerca de sí mismo: "Yo soy
el camino, y la verdad y la vida..."1
Esos principios son justos. Traen la felicidad y la paz, aún
en medio de las tribulaciones y pruebas. Seguirlos garantiza el conocimiento de
Dios, "de modo que los que creen en Dios pueden tener la firme esperanza
de un mundo mejor, sí, aun un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza
viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace
seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a
glorificar a Dios."2
Pero es en la segunda parte de la respuesta del Profeta que
se manifiesta la clave en cuanto a nuestra responsabilidad y nuestro compromiso
a cambio del conocimiento de esos principios justos. Allí se establece el
cimiento del Plan de Salvación: la libertad responsable, que da al hombre la
posibilidad de actuar antes que ser un mero objeto sobre el que se actúa.
Esa clase de libertad por la cual Jesús, el más grande de
todos los hijos de Dios, se ofreció voluntariamente a pasar por el Calvario y
convertirse en Redentor y Salvador del mundo.
Los hombres deben labrar su propia salvación, y aún la paz y
felicidad en esta vida, en la medida en que se gobiernen a sí mismos por esos
principios justos, porque "el poder está en ellos, y en esto vienen a ser
sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna
manera perderán su recompensa".3
Se ha dicho que la ayuda de Dios sólo aparece después que
uno haya llegado al límite de su capacidad de obrar en pos de vencer la
oposición que deba enfrentar en su vida. Ese límite sólo se alcanza cuando, a
través de su albedrío moral, el hombre se gobierna a sí mismo acorde a la
voluntad de Dios.
"Porque todos los que quieran recibir una bendición de
[Dios]han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus
condiciones, según fueron instituidas desde antes de la fundación del
mundo."
De manera que se trata de agotar nuestros esfuerzos y
energía en ser fieles a los mandamientos y a lo que el Padre Celestial espera
de cada uno de nosotros. Sólo entonces podremos vivir con la fe (confianza) y
la esperanza (certeza) de que triunfaremos sobre nuestras debilidades y
nuestros adversarios.
(1) Juan 14:6
(2) Éter 12:4
(3) Doctrina y Convenios 58:28
(4) Doctrina y Convenios 132:5
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