LIBERTAD, JUSTICIA E IGUALDAD
Existe en todos nosotros la necesidad de vivir la vida en un marco de justicia; es decir que, inmersos en la sociedad, recibamos un trato "justo" en nuestra interrelación con ella.
Existe también la necesidad de sentir que en la sociedad se
establece la igualdad entre los hombres.
Esta igualdad debería ser entendida en el sentido de que
todos somos iguales ante la ley, que la ley y el Estado que la impone no hacen
acepción de personas, y finalmente, que esa igualdad se materialice a través de
una igualdad de oportunidades de progreso individual sin discriminación alguna,
no descuidando que la sociedad se ocupe de que todos tengan sus necesidades
básicas e imprescindibles satisfechas, aun con la ayuda temporaria del Estado.
Como se señalara otras oportunidades, este estado de
justicia e igualdad debe estar enmarcado necesariamente en un ámbito de
libertad individual.
Sin embargo, los tres principios -libertad, justicia e
igualdad-, que tan obvios resultan, son motivo de controversias, luchas y,
paradójicamente, su búsqueda ha sido motivo de muchas injusticias y dolor.
Milenios de historia han demostrado que la Humanidad no ha
sido capaz de alcanzar un estado de bienestar que logre el equilibrio óptimo
entre esos tres elementos simultáneamente.
Ello ha llevado a muchos a culpar a Dios o a negar su
existencia. Algunos han procurado por la fuerza soluciones dogmáticas e
ineficaces que han resultado en frutos opuestos a los que pretenden alcanzar.
La naturaleza humana, librada a su sola voluntad, muchas
veces tiende a la soberbia, al voluntarismo o a la creencia de que la verdad es
patrimonio de unos pocos iluminados que están llamados mesiánicamente a conducir
al resto según sus convicciones o conveniencias.
Aun así, el hombre necesita de Dios para triunfar sobre sus
debilidades y vulnerabilidades.
Necesita de Dios para perfeccionarse y amar al prójimo como
a sí mismo.
Necesita de Dios para discernir entre el bien y el mal, pues
el relativismo moral lleva a la disensión y al injusto dominio.
Russell M. Nelson ha dicho:
"Si hay algo que aprendí en mis 94 años de vida, es que
una vida con Dios al lado es mucho mejor, más llena de esperanza, que una sin Él.”
Por otro lado, tal como afirma el élder David A.
Bednar:"Todas las religiones importantes tienen extremistas que
malinterpretan las enseñanzas de su propia religión o que buscan hacer el mal
en nombre de la religión”.1 Esto, en ninguna manera, cuestiona el
valor benefactor de la religión en sus manifestaciones positivas.
Infelizmente, en nombre de Dios o de la libertad, de la
justicia o de la igualdad, han existido y existirán quienes cometan toda clase
de iniquidades "teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de
ella"2.
A estos evitemos, como nos exhorta Pablo.3
La invitación de Dios es clara:
"Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho
[Dios]"...4
Pero: ¿cómo hemos de volvernos a quien no conocemos?,
pontificarán algunos descreídos de la existencia de Dios y Su moral.
Pues recordando el consejo de Jesús:
"... Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.
El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la
doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo."5
(1) Discurso pronunciado en el campus de la Universidad
Brigham Young en Provo, Utah, 19 octubre 2021
(2) 2 Timoteo 3:5
(3) Ibid.
(4) Malaquías 3:7
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