AUTOSUFICIENCIA
Una sabia sentencia popular proclama que antes que darle a un hambriento un pescado, es preferible enseñarle a pescar.
No se trata de desestimar la generosidad de un acto
caritativo que, atendiendo una emergencia, palia temporalmente una necesidad
básica insatisfecha de un individuo o familia. Más bien se trata de ensalzar
todo aquello que contribuya a que las personas alcancen la autosuficiencia, se
superen en lo material y espiritual, y aprecien su propio valor personal,
llegando a ser independientes en la procura de su bienestar y el de su familia.
En la doctrina cristiana aquello de "con el sudor de tu
rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra"1 no
constituye una maldición fruto de la desobediencia de Adán sino, más bien, una
bendición. Constituye la enseñanza práctica sobre cómo sobrevivir exitosamente
a la experiencia de vivir la vida.
El trabajo honesto y fecundo tiene por resultado no sólo el
progreso material. Eleva la autoestima y fortalece el carácter. Produce,
además, el progreso social.
Desde luego que esta afirmación no avala en medida alguna la
explotación del hombre por el hombre ni las injusticias que es dable constatar
en las sociedades modernas. Todo trabajo debiera tener su justa recompensa. Al
decir de Jesús, " [todo] obrero es digno de su salario"2.
Lo que se trata es de tomar conciencia de que ayudar sin
brindar oportunidades para que la persona sea capaz de salir de su situación de
necesidad, no hace más que extender en el tiempo el estado de indefensión del
que recibe ese tipo de ayuda. Un plan de ayuda para el bienestar del individuo debiera
incluir entre sus fines prepararle para el autosustento.
Debe promoverse la cultura del trabajo. El valor del
esfuerzo debe reafirmarse en la educación pública y en el hogar; ese esfuerzo
que lleva a la autosuperación. La autosuficiencia va de la mano con la
autosuperación.
En una sociedad entregada a la búsqueda prioritaria del
placer, donde la industria del entretenimiento lidera las preferencias, el ocio
improductivo se ensalza, la inmediatez y el facilismo marcan las pautas de
conducta, y la ambición por el progreso muere en la indiferencia, resulta
imposible preparar a las nuevas generaciones para enfrentar los desafíos de un
mundo cada vez más competitivo y exigente.
El amor al trabajo debe enseñarse en el hogar; desde las
aulas, en toda ocasión propicia, en precepto y con el poder del ejemplo y el
estímulo del reconocimiento.
La "ley de la cosecha" nunca perderá su vigor,
pues ciertamente "el que siembra escasamente, también segará escasamente;
y el que siembra en abundancia, en abundancia también segará"3.
Seguramente que "Roma no se hizo en un día", ni
tampoco se alcanzarán muchos de los logros sociales que todos ansiamos "de
la noche a la mañana". Pero cuanto antes pongamos todos -como sociedad-
"manos a la obra", revalorando la importancia ser fecundos en el
trabajo y responsables de nuestro propio bienestar, tanto más temprano
comenzarán los cambios necesarios para que la autosuficiencia personal lidere
nuestros anhelos más preciados, y comience a dar sus frutos tan deseables.
(1) Génesis 3:19
(2) Lucas 10:7
(3) 2Corintios 9:6
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