NUESTRO FUTURO Y EL DE NUESTROS HIJOS

Creo que la decadencia moral de la civilización occidental se basa fundamentalmente en la desacralización de la vida. Se le ha dado la espalda a Dios.

Lo más grave no reside en un incremento del ateísmo como fundamento de vida, sino en la laxitud o indiferencia con que gran parte de quienes afirman ser creyentes encara su relación con Dios.

Pongamos por ejemplo lo acontecido en Irlanda, un país mayoritariamente cristiano. El 95% de su población se identifica como cristiana1. Sin embargo, en un reciente plebiscito acerca de la despenalización del aborto, un 68% de los votantes se manifestó a favor de esa iniciativa.

Ejemplos semejantes es dable encontrar en otros países con poblaciones mayoritariamente cristianas. No sólo respecto del aborto, sino sobre los más diversos aspectos de la vida.

El apartamiento de los principios cristianos; el favorecimiento de doctrinas contrarias al credo cristiano; el convencimiento de que los asuntos seculares se deben considerar independientemente de las convicciones religiosas; el hecho de que lo políticamente correcto prevalece sobre lo moralmente correcto son, en definitiva, síntomas de esa desacralización de la vida en pos de la exaltación de lo profano.

John Burke, escritor del siglo XIX, sentenció: "Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada." Ésto es precisamente lo que ocurre cuando cedemos el lugar que debería ocupar Dios en nuestra vida a otros intereses que nos alejan de Él.

Llegará un momento en que, como sociedad, estaremos como lo expresó en una oportunidad Dieter F. Utchdorf: en el "punto de no retorno", aquella situación en que la ya no será posible dar marcha atrás en nuestro derrotero.

De hecho, algunos de los cambios operados en las sociedades modernas parecen haber rebasado ese punto de no retorno.

¿Ignorancia? ¿Hábil manipulación de los medios? ¿Desamor? ¿Falta de voluntad? ¿De fe? ¿Distracción? ¿Merma de la integridad?

Tal vez todo ello y mucho más. Parece claro que las generaciones pasadas, y seguramente nosotros mismos, hemos fallado colectivamente en trasmitir los valores morales a nuestros hijos.

Sin embargo, es mucho lo que podemos hacer aún. Quienes verdaderamente deseamos vivir nuestra cristiandad debemos recordar que toda ella se basa en estos dos grandes pilares:

"Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas;" y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo."2

No puede existir lugar para la duda ni para las interpretaciones oblicuas.

Como cristianos debemos vivir "de toda palabra que sale de la boca de Dios"3. No sólo eso, sino también se espera que "se las repit(amos) a [nuestros] hijos y les habl(emos) de ellas estando en [nuestra] casa, y [las tengamos en nuestro corazón] andando por el camino, y cuando (nos) ac(ostemos) y cuando (nos) levante(mos)."4

No podemos ser tibios en estos asuntos, pues de ellos depende nuestro futuro y el de nuestros hijos.

 

(1) http://www.studycountry.com/es/guia-paises/IE-religion.htm

(2) Mateo 12:30-31

(3) Mateo 4:4

(4) Deuteronomio 6:7

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