LA FE (I)
El Élder James E. Talmage es conocido en la historia de la Iglesia por ser el autor de varios libros que, a pesar de haber sido escritos a principios del siglo pasado, perduran en su vigencia en el presente.
En su obra “Los artículos de Fe” —un tratado sobre los trece
artículos donde el profeta José Smith resumió los principios y fundamentos de
las creencias y doctrina de la Iglesia — Talmage expresa lo siguiente:
“Empléase en las Escrituras la palabra fe con el
predominante significado de plena confianza y esperanza en la naturaleza, los
fines y las palabras de Dios. Esta confianza, siendo implícita, disipará toda
duda en cuanto a las cosas que Dios ha efectuado o prometido, aunque para las
facultades ordinarias del ser mortal no sean evidentes ni explicables. De ahí,
pues, la definición de la fe según San Pablo: 'Es pues la fe la sustancia (es
decir, confianza o seguridad) de las cosas que se esperan, la demostración
(esto es, la evidencia o prueba) de las cosas que no se ven.' Es patente que
este sentimiento de confianza puede existir en diversos grados en diferentes
personas; en verdad, la fe puede manifestarse desde el estado incipiente que no
es sino poco más que una débil creencia, libre apenas de la vacilación y el
temor, hasta la fuerza de una confianza firme que desafía a la duda y la
sofistería.”1
En nuestra versión actual de la Biblia2, la
definición de la fe se presenta de la siguiente manera:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve.”3
En el Libro de Mormón, el profeta Alma también define la fe
cuando predica a los zoramitas pobres:
“Y ahora bien, como decía concerniente a la fe: La fe no es
tener un conocimiento perfecto de las cosas; de modo que si tenéis fe, tenéis
esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas.”4
De manera que la fe es confianza en la palabra de Dios y en
Su carácter justo y veraz. Es certeza y convicción acerca de la realidad del
objeto en que nuestra fe se ejercita.
Por tanto, no llegando a ser un conocimiento perfecto —como
el que, siendo verdadero, puede adquirirse indubitablemente a través de la
razón o por una experiencia personal física— produce, en quien la ejerce, una
esperanza de que aquello que no se ve (una bendición prometida, un
acontecimiento profetizado, una declaración divinamente fundada, etc.) ha de
realizarse de una manera u otra, sin importar la oposición o cuestionamientos
que enfrente porque viene de Dios.
Una condición es imprescindible para que la fe pueda
ejercerse: su objeto debe ser verdadero. Por ejemplo, existirán quienes afirmen
tener fe en que la tierra es plana5, pero lo suyo será una mera
creencia rebatida por los conocimientos científicos y las experiencias
espaciales. Su proclamada fe no es tal. La fe no puede ejercerse en lo que no
existe, pues de lo contrario se desvirtuaría su naturaleza.
Vivamos por la fe
Volviendo a las palabras de Pablo, aprendemos que “sin fe es
imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea
que él existe y que es galardonador de los que le buscan”6. A partir
de este concepto, el antiguo apóstol cita una profusa serie de profetas y
fieles santos que “por la fe” supieron arrostrar todo tipo de peligros,
realizar toda clase de milagros y maravillas, y entregar sus vidas por la causa
de Dios7.
Otras Escrituras también testifican del poder y los logros
de aquellos que alcanzaron la fe necesaria para llevar adelante grandes obras y
prodigios8. Cuando leemos acerca de sus hechos, cuando vemos que por
su fe movían montañas, desviaban ríos, tapaban la boca de leones, eran echados
en hornos ardientes y no se quemaban; cuando nos maravillamos de los milagros
que ocurrían en sus vidas, nos podemos sentir tentados a pensar que sí,
efectivamente los hechos narrados ocurrieron tal cual, pero difícilmente —por
no decir nunca— nos tocará a nosotros “mover montañas”, “revivir muertos” o
“dividir las aguas del mar”.
Debemos entender, sin embargo, que aunque ello fuera cierto,
no obsta para que andemos por la fe como hicieron los de antaño; que vivamos
por la fe y por la fe entreguemos nuestra vida al servicio de Dios; que creamos
a Jesús cuando nos dice que “si tuvi(éremos) fe como un grano de mostaza...
nada (n)os será imposible”9.
En esto consiste la fe: que creamos en las promesas del
Padre y del Hijo, y tengamos la certeza de que “aunque pasaren los cielos y la
tierra, (Su) palabra no pasará, sino que toda será cumplida”10. Así
será siempre, aunque “por lo pronto no pod(amos) ver con (n)uestros ojos
naturales el designio de (n)uestro Dios concerniente a las cosas que vendrán
más adelante, ni la gloria que seguirá después de mucha tribulación”11.
La fe nos permite ver a través de las tinieblas; saber que, a pesar del velo
que cubre nuestros ojos naturales, somos capaces de percibir con nuestros ojos
espirituales las verdades y realidades que Dios nos ofrece como recompensa de
nuestra fidelidad.
Manifestaciones de nuestra fe
Por la fe nuestros jóvenes dejan sus hogares, sus estudios o
su trabajo y se embarcan en el servicio misional, sabiendo que, a su regreso,
el Señor les bendecirá para continuar sus vidas en mejores condiciones que las
que dejaron al salir a su misión.
Por la fe las parejas se casan en el templo, procreando así
un hogar que pueda convertirse en “un pedacito de cielo en la tierra”, pasando
por los sacrificios que implica criar hijos y luchar por el sustento diario.
Por la fe los miembros fieles pagan un diezmo justo sabiendo
que, a pesar de las dificultades económicas, llegarán a fin de mes con el gozo
de estar al día con el Señor y que Él “[les] abrir(á) las ventanas de los
cielos y derramar(á) sobre [ellos] bendición hasta que sobreabunde”12.
Por la fe los jóvenes y jovencitas de la Iglesia viven la
ley de castidad en un mundo sumido en la permisividad. Por la fe estudian y se
preparan para una vida providente a pesar de las prédicas disolventes que les
rodean.
Por la fe los santos de los últimos días asisten
regularmente a las reuniones de la Iglesia y cumplen con sus compromisos,
ayunan y contribuyen al fondo de ofrendas, “visit(an) a los huérfanos y a las
viudas en sus tribulaciones, y (se) guarda(n) sin mancha del mundo”13.
Por la fe los enfermos reciben bendiciones de salud de manos
del sacerdocio y sanan, “si no estuvieren señalados para morir”14.
Por la fe millones testifican y han testificado que el Padre
vive, que Jesús es el Cristo y que la Iglesia ha sido restaurada.
Por la fe es que éstos “deja(n) también que (s)us entrañas
se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de
la fe, y deja(n) que la virtud engalane (s)us pensamientos incesantemente;
entonces (s)u confianza se [fortalece] en la presencia de Dios; y la doctrina
del sacerdocio [destila} sobre (s)u alma como rocío del cielo. El Espíritu
Santo [es] (s)u compañero constante, y (s)u cetro, un cetro inmutable de
justicia y de verdad; y (s)u dominio será un dominio eterno, y sin ser
compelido fluirá hacia [ellos] para siempre jamás.”15
Aunque no tan extraordinarias como los que describe Pablo,
las manifestaciones del poder de la fe descritos en estos últimos párrafos no
dejan de ser milagros modernos que acontecen con personas comunes, que sólo se
esfuerzan por vivir los principios sobre los cuales se fundamentan sus vidas.
¿Han cesado los milagros?
El enemigo intentará convencernos que esto no es así: que
estas cosas no constituyen milagros; que los milagros no ocurren en nuestras
vidas y que es inútil esforzarnos por esperar de Dios más que promesas a
cumplir en la eternidad. No podemos ceder antes tales argucias.
“... ¿han cesado los milagros, mis queridos hermanos? He
aquí, os digo que no; ni han cesado los ángeles de ministrar a los hijos de los
hombres.
“Porque he aquí, se sujetan a [Cristo] para ejercer su
ministerio de acuerdo con la palabra de su mandato, manifestándose a los que
tienen una fe fuerte y una mente firme en toda forma de santidad...
“Y Cristo ha dicho: Si tenéis fe en mí, tendréis poder para
hacer cualquier cosa que me sea conveniente...
“Y ahora bien, amados hermanos míos, si resulta que estas
cosas de que os hablo son verdaderas, y en el postrer día Dios os mostrará con
poder y gran gloria que son verdaderas, y si son verdaderas, ¿ha cesado el día
de los milagros?
“¿O han cesado los ángeles de aparecer a los hijos de los
hombres? ¿O les ha retenido él el poder del Espíritu Santo? ¿O lo hará,
mientras dure el tiempo, o exista la tierra, o haya sobre la faz de ella un
hombre a quien salvar?
“He aquí, os digo que no; porque es por la fe que se obran
milagros; y es por la fe que aparecen ángeles y ejercen su ministerio a favor
de los hombres; por tanto, si han cesado estas cosas, ¡ay de los hijos de los
hombres, porque es a causa de la incredulidad, y todo es inútil!
“Porque, según las palabras de Cristo, ningún hombre puede
ser salvo a menos que tenga fe en su nombre; por tanto, si estas cosas han
cesado, la fe también ha cesado; y terrible es la condición del hombre, pues se
halla como si no se hubiera efectuado redención alguna.”16
“Y ahora bien, a todos vosotros que os habéis imaginado a un
dios que ano puede hacer milagros, quisiera preguntaros: ¿Han pasado ya todas
estas cosas de que he hablado? ¿Ha llegado ya el fin? He aquí, os digo que no;
y Dios no ha cesado de ser un Dios de milagros...
“He aquí, ¿no son maravillosas a nuestros ojos las cosas que
Dios ha hecho? Sí, y ¿quién puede comprender las maravillosas obras de Dios?
“¿Quién dirá que no fue un milagro que por su palabra
existan los cielos y la tierra; que por el poder de su palabra el hombre haya
sido creado del polvo de la tierra, y que por el poder de su palabra se hayan
verificado milagros?
“¿Y quién dirá que Jesucristo no obró muchos grandes
milagros? Y hubo muchos grandes milagros que se efectuaron por mano de los
apóstoles.
“Y si entonces se hicieron milagros, ¿por qué ha dejado Dios
de ser un Dios de milagros, y sigue siendo todavía un Ser inmutable? Y he aquí,
os digo que él no cambia; si así fuese, dejaría de ser Dios; y él no cesa de
ser Dios, y es un Dios de milagros.”17
Nuestra fe debe sujetarse a las condiciones del Padre
¿El poder de la fe es tal que permite que obtengamos todo
cuanto pidamos a Dios? ¿Qué alcance tiene la promesa de Cristo: “Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”18?
Como toda ley, la promesa citada tiene sus condiciones. En
su memorable discurso, el rey Benjamín apuntó que Dios “concede cuanta cosa
justa le pedi(mos) con fe”19. El propio Señor ha revelado que
“cualquier cosa que le pidáis al Padre en mi nombre os será dada, si es para
vuestro bien“20. Además, que “si tenéis fe en mí, tendréis poder
para hacer cualquier cosa que me sea conveniente”21. De
manera que al pedir deberemos tener presentes esas condiciones y redoblar
nuestra fe en que Él es un Dios justo y omnisapiente; que nos ama, y siempre
procura lo mejor para nosotros.
“Pues he aquí, por el poder de su palabra ... el mundo fue
... y el hombre fue creado, ¿por qué, pues, no ha de poder mandar ... la obra
de sus manos ... según su voluntad y placer?
“Por tanto, hermanos, no procuréis aconsejar al Señor, antes
bien aceptad el consejo de su mano. Porque he aquí, vosotros mismos sabéis que
él aconseja con sabiduría, con justicia y con gran misericordia sobre todas sus
obras.”22
Conclusión
La fe (la fe en Jesucristo) es el primer principio de
Evangelio. Al andar por la fe, andamos con Dios. En la fe reside nuestro poder;
aquel poder que, en medio de nuestras debilidades, nace a partir de nuestra
humillación ante Dios y es el resultado de Su misericordia y gracia divinas
para con nosotros23. La fe sustenta nuestra felicidad y nos asegura
la verdadera paz.
1) Los Artículos de Fe, pág. 105
2) Santa Biblia, Reina-Valera 2009
3) Hebreos 11:9
4) Alma 32:21
5) De hecho, existe hoy en día una sociedad con más de 3000
miembros que afirma que la tierra es plana (http://www.theflatearthsociety.org)
6) Hebreos 11:6
7) Véase Hebreos 11:7-38
8) Véanse, por ejemplo, Alma 13:14-19; TJS, Génesis
14:25–40; Moisés 7:13
9) Mateo 17:20
10) Doctrina y Convenios 1:38
11) Doctrina y Convenios 58:3
12) Malaquías 3:10
13) Santiago 1:27
14) Véase Doctrina y Convenios 42:48
15) Doctrina y Convenios 121:45-46
16) Moroni 7:29-38
17) Mormón 9:15-19
18) Mateo 7:7
19) Mosíah 4:21 (cursiva agregada)
20) Doctrina y Convenios 88:64 (cursiva agregada)
21) Moroni 7:33 (cursiva agregada)
22) Jacob 4:9-10
23) Véase Éter 12:27
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