LOS TRES HIJOS

El sol se estaba ocultando cuando el viejo abuelo reunió en su derredor a sus nietos más grandes. Era una fría tarde de invierno y el calor de la chimenea humeante invitaba a calentarse envuelto en la radiante energía que emanaba de su seno.

-Cuéntanos un cuento, Abuelo. Por favor. - clamó uno de los niños.

El abuelo se hamacó en su sillón, estiró las piernas y mirando al techo pareció hurgar entre su vasta memoria el cuento más apropiado para la ocasión.

 

"Hace muchos años -comenzó diciendo- un hombre tenía tres hijos y una gran propiedad. Decidió que había llegado la hora de regalarle una porción de terreno a cada uno de sus hijos.

"Después de darles posesión de los terrenos les aconsejó que cada uno sacase el mejor provecho que pudiera de cada lote, pues él no estaría entre ellos por mucho tiempo más y deberían aprender a valerse por sí mismos.

"El tiempo pasó. Un año después el primer hijo volvió a su padre, diciéndole que la tierra que le había cedido era pobre, que apenas había podido subsistir de lo que podía recolectar y que por ello había vendido el lote y se iría lejos a probar suerte en otro parte.

"El segundo hijo apareció días más tarde. Contó a su padre que sólo una pequeña porción del terreno era cultivable, ya que el resto estaba lleno de pedregales y árboles. Había trabajado esa porción fértil pero lo que había cosechado bastaba apenas mínimamente para mantenerle a él y a su esposa. Creía que difícilmente podría progresar como, en su tiempo, su padre lo había hecho.

"Finalmente apareció el tercer hijo con su esposa, que a la sazón ya estaba esperando su primer hijo Estaba agradecido por el obsequio de su padre.

"Al principio había encontrado pedregales y un monte de árboles frondosos. Con ellos y mucho trabajo de su parte, había construido una cabaña junto a un riachuelo que atravesaba los campos que su padre le había cedido.

" Después de limpiar todo el terreno, había plantado variedad de granos y hortalizas, había comprado una vaca y un par de bueyes y un arado que aún estaba pagando. Al llegar el verano, tenía abundante cosecha y consideraba que las cosas le estaban yendo muy bien a pesar de las dificultades que enfrentaba.

 

"Esto es todo lo que quería contarles- concluyó el Abuelo mientras sus ojos buscan en la cara de los retoños una señal de que habían entendido algo de todo lo les había relatado.

Uno de los nietos, acostumbrado a que el Abuelo siempre terminaba sus cuentos con algún consejo, se animó a pedir: -Explícanos el cuento... por favor.

Era lo que estaba esperando el Abuelo. Arremangándose la camisa, y con sus ojos irradiando satisfacción, comenzó su explicación:

 

"El padre representa a Dios que nos creó. Los terrenos son la vida que nos ha regalado como un don, para que cada uno hiciera de ella frutos dignos de alabanza.

"Pero el primer hijo no se esforzó. Creyó que podría vivir una vida fácil, cosechando donde no sembró, esperando que la fortuna le cayese de los cielos. Al final, malgastó su vida por causa de su indolencia.

"El segundo hijo se esforzó un poco pero no lo suficiente. Buscó siempre el camino fácil evitando la oposición y los desafíos. El resultado que logró apenas le alcanzó para evitar la tristeza; pero tampoco era un hombre feliz.

"En cambio el tercero enfrentó las dificultades viendo una oportunidad de progreso en cada una de ellas. Trabajó incansablemente en pos de sus sueños, dejando la comodidad por las arduas jornadas de labor que demandaba vivir del campo. Sus desvelos rindieron el fruto de la felicidad, al ver a su familia protegida y viendo crecer sus posesiones.

"Así también tendrán que ser Uds. en sus vidas. No las malgasten en haraganería ni placeres vanos. Sean firmes al luchar y pagar el precio por sus bendiciones. Siempre hagan su parte sin desmayar. Deben ser honestos con Uds. mismos y dar siempre lo mejor de sí. Sólo así se convertirán en verdaderos triunfadores..."

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