LA LLAVE PARA UN MATRIMONIO FELÍZ

Según Dallin H. Oaks, las razones por las que servimos a nuestros semejantes pueden agruparse en seis categorías, las cuales analiza en un orden creciente de valor.1

Resaltando que "quizá ninguno de nosotros sirva ... todo el tiempo por un solo motivo [y que] dado que somos seres imperfectos, la mayoría de nosotros probablemente servimos por una combinación de razones", pasa a detallar esas seis razones:
"Algunos quizá sirvan porque esperan ganar algo material ... por el afán de destacarse o cultivar amistad con personas por medio de las cuales podrían aumentar sus ganancias o enriquecerse. Otros tal vez lo hagan para conseguir los honores del mundo, distinción o poder."
"Otra razón del prestar servicio- tal vez más digna que la primera, pero aun en la categoría del que se realiza por ganancia material-es la motivada por un deseo personal de contar con buenas compañías."
Para el autor, "esos primeros dos motivos del servir son egoístas y egocéntricos."
Continúa después:
"Otros quizá sirven por temor a ser castigados." En otras palabras, para evitar las consecuencias indeseables de no hacerlo.
"Otras personas quizá sirvan por un sentido del deber o por lealtad a amigos o familia o tradiciones... El servicio de este tipo es digno de alabanza...especialmente si se realiza con alegría y de buena gana."
Colocándose en una visión superior, Oaks sostiene que aún hay razones más elevadas del servir. Una de ellas es la esperanza de un galardón eterno... Esa esperanza -la de recoger los frutos de nuestras labores- constituye una de las fuentes más poderosas de motivación."
Concluye afirmando:
"La última razón que mencionare es, en mi opinión, la mayor de todas. En su relación con el servicio, es lo que las [Pablo] llama 'un camino aun más excelente'(I Cor. 12:31) ...La caridad... 'el amor puro de Cristo'."
¿Cómo podemos aplicar estas enseñanzas a la relación matrimonial?
Ya sea que se trate de criar y cuidar de los hijos, realizar las tareas domésticas, trabajar o destinar tiempo al ocio, prodigarse afecto o planificar el futuro, enfrentar desafíos o disfrutar logros; cualquiera sea el aspecto de la vida marital en cuestión, lo que un cónyuge sienta o haga por el otro puede enmarcarse en uno de los seis motivos que señala Oaks. Después de todo, el matrimonio supone interacción y servicio mutuo.
En lo que sigue expondré los conceptos desde el punto de vista del varón, aunque resultará fácil extrapolarlos para el caso de la mujer.
¿Qué razones deben sustentar la conducta de un marido hacia su esposa?
¿La expectativa de ganar algo material, honores, distinción o poder y dominio sobre ella? ¿La de conseguir un favor a cambio?
¿El deseo de contar con una buena compañía, de no estar en soledad?
Como lo señala Oaks, éstos son motivos egoístas, egocéntricos y -diría yo- hasta despreciables.
¿Por temor? ¿Temor a llevarse mal, a pasar incomodidades y pasar por discusiones o violencias?
No se construye una relación basada en el temor ni en el pesimismo. No se puede ser feliz en el matrimonio siendo negativo o previendo desdichas y fracasos.
¿Por sentido del deber? El sentido del deber es necesario, sobre todo cuando debemos enfrentar coyunturas difíciles, que ponen a prueba nuestra lealtad. Es valioso. Poseerlo enaltece al cónyuge.
Pero no hay certeza de que siempre alcance para sostener un matrimonio ni que sea tan eficaz. A la larga puede ceder ante la fatiga o la rutina.
¿Por la esperanza de recibir un galardón? ¿Un reconocimiento? Se trata de un motivo superior, más aún si ese galardón es un ideal puro y noble. El reconocimiento fortalece la autoestima y nos mueve a seguir progresando. La admiración reciproca promueve la unidad matrimonial. Se trata obviamente de una razón superior y conlleva grandes promesas de superación para la pareja.
Sin embargo, la última razón que menciona Oaks es, sin lugar a duda, la más excelsa.
Por amor. Ese amor que semeja -y se aproxima cada vez más- al amor que Jesús profesa. Pablo lo definió con meridiana claridad:
"Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella..."2
Cristo dio Su vida por quienes ama. Para amar como Él, debemos entregarnos a nuestra esposa como Él nos mostró con Su ejemplo. De otra manera, ¿cómo podremos llegar a ser "una sola carne"3 con ella?
De manera que no existe fuerza mayor, poder más grande ni motivación más eficaz para la felicidad conyugal que hacer todas las cosas por amor. Por amor... introduciendo los cambios necesarios para ser cada día mejores esposos. Por amor... sobrellevando mutuamente las debilidades con paciencia, esforzándonos por ayudarnos mutuamente. Por amor... aprendiendo y cultivando los tiernos acentos en nuestro hablar, admirando y resaltando logros y virtudes de cada uno. Por amor... respetando y poniendo los intereses del otro antes de los propios. Por amor... venciendo fatigas para servir mejor. Por amor... haciendo todas las cosas por consentimiento mutuo, que nos es otra cosa que tener un mismo sentimiento, un mismo propósito, un mismo destino.
Así que busquemos con perseverancia vivir nuestra relación de esposos por amor. Hasta en las cosas más insignificantes. Porque a quienes así proceden, la felicidad los envuelve inseparablemente.
(1) "¿Por qué servimos?", Dallin H. Oaks, Conf. General abril 1984
(2) Efesios 5:25
(3) "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer, y serán una sola carne." (Génesis 2:24)

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