LA PUNTA DEL ICEBERG

Vivimos rodeados de eufemismos.

El eufemismo se define como una "manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”.1

En otras palabras, a través de los eufemismos podemos introducir en nuestras comunicaciones conceptos que, referidos con los vocablos que los han representado desde siempre, causarían rechazo pero, disfrazados con palabras o frases que evocan nociones "agradables ", merecerían nuestra adhesión.

Acontece así, por ejemplo, con la frase "interrupción voluntaria del embarazo".

"Interrupción" lleva a pensar que algo pueda dejar de funcionar por un lapso, no necesariamente su finalización. "Voluntaria" se asocia con el ejercicio legítimo y natural de la libertad individual. "Embarazo" es el estado de una mujer durante gestación de un ser vivo que alberga en su vientre; a saber, un ser humano.

Los tres vocablos así conectados no reflejan fielmente lo que se está referenciando con aquella frase: ni más ni menos que la "destrucción permanente de una vida humana"; la muerte promovida por quien debía de ser la fuente de amor y protección para esa criatura inocente e indefensa.

Sin embargo, expresada de esa manera, el aborto pierde ese carácter repulsivo que ostentaba hasta hace poco tiempo atrás.

Otro tanto sucede con la frase "ley de salud sexual y reproductiva", la cual remite a la idea de preservar el bienestar físico, emocional y mental (salud), promoviendo el embarazo (reproductiva) y una sexualidad satisfactoria. En realidad, la frase se asocia básicamente a la despenalización y promoción del aborto.

Otro ejemplo: hoy, a quienes antes se denominaba delincuentes juveniles se los llama "jóvenes en conflicto con la ley".

Se establece de esta forma una especie de equiparación entre partes en pugna (jóvenes delincuentes versus la ley), pues de eso se trata cualquier conflicto: bandos que se oponen entre sí, cada uno con sus razones. No importa si el motivo de ese "conflicto" pueda llegar a involucrar delitos como el homicidio. Así, se maquilla convenientemente el delito.

A las personas que pagan sus crímenes en la cárcel se les solía llamar presidiarios. Ahora se les denomina "personas privadas de libertad". Esta frase puede llegar a inspirar hasta empatía por la persona en cuestión, olvidando que fue la Justicia quien la colocó ese estado como forma de pagar su deuda con la sociedad.

Los ejemplos abundan. Llegan hasta el absurdo de tildar al genocidio como "limpieza étnica" o llamar al uso adictivo de drogas perniciosas con el nombre de "uso recreativo de sustancias psicoactivas".

Los eufemismos son como los icebergs. Detrás de su aparente inocuidad, que sobresale cual punta de iceberg llevándonos a creer que tienen como fin mejorar nuestra percepción de la realidad, nuestra justicia y naturaleza personales, en realidad son instrumentos de manipulación que intentan implantar en nuestras mentes doctrinas y valores que, manifestados de otra manera, resultarían reprobables.

Los eufemismos generan una especie de colonización cultural en nuestras mentes que busca cambiar nuestra forma de pensar y sentir. Nos inducen a juzgar por el criterio de lo "políticamente correcto" antes que por lo "moralmente aceptable".

Debemos estar alertas ante esta práctica tan común de valerse de eufemismos para adormecer mentes, "para que ya no seamos [como] niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia las artimañas del error"2.

Antes, "sea (n)uestro hablar: Sí, sí, o No, no, porque lo que es más de esto, del mal procede"3. Como reza el dicho: las cosas por su nombre.

No sea que nos acontezca como al capitán del Titanic que, por menospreciar las puntas de iceberg a su alrededor, causó el hundimiento de una nave inhundible.

No fue el iceberg el que hundió al Titanic, sino la imprudencia de su capitán.

 

(1) Diccionario de la Real Academia Española

(2) Efesios 4:14

(3) Mateo 5:37 

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