UN CORAZÓN AGRADECIDO

Aunque 50 cc de agua contenidos en un vaso de 100cc ocupan siempre la mitad del volumen del vaso, algunos verán el vaso y dirán: "Está medio vacío". Otros dirán: “Está medio lleno".

La diferencia no parece gran cosa. Sin embargo, revela cómo nuestra percepción puede depender de nuestra actitud, de lo que sentimos respecto de lo que nos toca vivir.

Probablemente quien vea un vaso medio vacío tienda a pensar más en lo que le falta que en lo que tiene.

La observación viene al caso por lo que implica tener un corazón agradecido. Cuando la persona es capaz de tener presente todas las cosas buenas, agradables, valiosas o edificantes que forman parte de su diario vivir, cuando esas cosas le ayudan a ser feliz a pesar de las adversidades que le toca sortear o la oposición que encuentra en su camino, aprende a sentir gratitud en su alma. Las personas agradecidas siempre ven el vaso "medio lleno".

La gratitud es como un bálsamo que opera milagros en nuestro ser. Aleja el pesimismo, irradia energía a los que nos rodean fortaleciendo nuestra relación con ellos, nos provee de esperanza para continuar persiguiendo nuestros sueños e ideales y nos permite vivir plenamente.

Sentir gratitud hacia quienes nos hacen un bien y manifestarlo en hechos y palabras es, ante todo, un reconocimiento al valor del otro, y nos predispone a seguir su ejemplo. Además, puede ser un fuerte motivante para ennoblecer las almas de quienes interactúen con nosotros. Es, también, un gesto de honestidad de nuestra parte.

Cuando la gratitud se expresa hacia Dios nos abre las puertas del cielo y nuestra alma comulga con la Fuente de todo poder y bondad

Sin embargo, el ejercicio de la gratitud hacia Dios requiere tesón de nuestra parte pues la rutina diaria tiende a robarnos la sensibilidad espiritual.

"Y al entrar en una aldea, salieron (al) encuentro [de Jesús] diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!

"Y cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que, mientras iban, fueron limpiados.

"Entonces uno de ellos, cuando vio que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz, y se postró sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias; y este era samaritano.

"Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero?

Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha sanado."1

Aquel samaritano tenía un corazón agradecido.

En ocasiones, estamos tan preocupados por los problemas que nos aquejan que olvidamos contar nuestras bendiciones. Damos por sentado que siempre seremos capaces de caminar, de ver, de tener a nuestros seres queridos a nuestro lado. Damos por sentado que tenemos el derecho a estar sanos, a dormir cuando tenemos sueño, a vivir en paz, a ser libres para pensar y actuar... Sólo cuando perdemos alguna de las cosas que contiene nuestro vaso "medio lleno" es que lloramos por su pérdida.

Un corazón agradecido llora "de alegría" por lo que tiene. Ve en ello oportunidades para dar gracias a Dios: Por poder caminar... Por poder sentir la lluvia fresa en el rostro después de un día sofocador... Por estar vivo...

Alguno dirá: ¿Y qué sucede con el que sufre? ¿Con el que no puede caminar... o ver ... o estar junto a su ser querido...?

La vida es un vaso que nunca está lleno y, sin embargo, nunca se vacía tampoco. Siempre hay por qué agradecer. Siempre hay consuelo en Dios.

Como el título de aquella premiada película italiana2 ... "La vida es bella".

 

(1) Lucas 17:12-19

(2) película de 1997, escrita, dirigida y protagonizada por Roberto Benigni. Benigni, ganadora de 3 Oscar, a la Mejor banda sonora, al Mejor Actor y a la Mejor Película Extranjera en la ceremonia del año 1998. 

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