BUSCANDO LA VERDAD
Recientemente los medios de prensa publicaron las opiniones del laureado físico Stephen Hawking acerca del origen del Universo. Según manifestó a los periodistas, “nuestro universo no necesitó ninguna ayuda divina para formarse”. Criticó asimismo la creencia en la creación divina del universo y reflexionó acerca de la pregunta ¿por qué estamos aquí? considerando que muchas personas buscan una solución religiosa para contrarrestar las teorías de los físicos que investigan el origen del cosmos.1
Este mismo erudito, visto por algunos como probablemente el
sabio vivo más grande de nuestro tiempo, alertó también en el año 2010, en una
serie televisiva del canal Discovery Channel, que los extraterrestres
"existen casi seguramente" y aconsejó evitar el contacto con ellos,
ya que, de localizar nuestro planeta, harían seguramente una incursión para
proveerse de recursos y marcharse. "Podría suceder”, dijo, “algo similar a
lo que se vio después de que Cristóbal Colón llegase a América, donde como sabemos
los nativos no fueron los más beneficiados".1
Más allá de la reconocida trayectoria de este científico, el
hecho es que para mucha gente su palabra es incuestionable y sus ideas reflejan
la verdad tal cual es. Sin embargo, esas declaraciones anteriormente citadas no
dejan de ser únicamente fruto de sus creencias personales y no bastan
para establecer la verdad absoluta como él y sus seguidores pretenden presentarla.
¿Es posible ser un hombre de ciencia y al mismo tiempo ser
creyente? ¿La investigación científica tiene por objeto negar la existencia de
Dios, la creación providencial del universo o las verdades reveladas desde los
cielos? La lista de hombres y mujeres de ciencia que han aportado a la humanidad
un legado invaluable de verdades alcanzadas a través de sus descubrimientos e
investigaciones persistentes sin perder su creencia en Dios es interminable.
La existencia de evolucionistas o ateos en el mundo de las ciencias no invalida
el valor de sus trabajos ni la legitimidad de la fe de los creyentes, puesto que,
aunque la verdad sea una sola, no toda ella, en su conjunto, es abordable con las
herramientas que la ciencia actual utiliza.
La creación del Universo, el origen de las especies y del hombre,
la posible existencia de vida extraterrestre, así como la naturaleza dual del
ser humano (cuerpo y espíritu) no pertenecen a la clase de conocimientos que puedan
ser aproximados de manera concluyente por la ciencia; y es muy dudoso que alguna
vez lleguen a serlo. Ello no obsta para que la humanidad investigue y descubra
las verdades encerradas en el universo en que vivimos hasta donde le sea posible;
o, en otras palabras, hasta donde Dios se lo permita.
Si el conocimiento es una de las mayores riquezas a las que
se pueda aspirar, podríamos parafrasear a Jacob, el hermano de Nefi, diciendo: “Pero
antes de buscar (conocimiento), buscad el reino de Dios. Y después de haber
logrado una esperanza en Cristo obtendréis (conocimientos), si l(o)s buscáis; y
l(o)s buscaréis con el fin de hacer bien: para vestir al desnudo, alimentar al
hambriento, libertar al cautivo y suministrar auxilio al enfermo y al afligido”2.
La verdad nos hace libres.3 Ella es “el conocimiento
de las cosas como son, como eran y como han de ser”4. Es posible afirmar
con respecto a estas declaraciones que estamos todos de acuerdo; pero cuando buscamos
la fuente de toda verdad, nuestro camino se separa irremediablemente del que transitan
nuestros hermanos que niegan la existencia de Dios. Ellos “no percibe(n) las
cosas que son del Espíritu de Dios, porque para (ellos) son locura, y no las
puede(n) entender, porque se han de discernir espiritualmente”5. Por
otro lado, el hombre espiritual —es decir, quien se deja guiar por el Espíritu
Santo— discierne todas las cosas6.
No es infrecuente que la adquisición de conocimientos propicie
una conducta altiva en algunos hombres.
“Cuando son instruidos se creen sabios, y no escuchan el consejo de Dios, porque lo menosprecian, suponiendo que saben por sí mismos; por tanto, su sabiduría es locura, y de nada les sirve; y perecerán. Pero bueno es ser instruido, si hacen caso de los consejos de Dios.”7
La necesidad de la guía del Espíritu Santo para encontrar
las respuestas a las grandes interrogantes de la vida; aquellas que los hombres
de ciencia como Stephen Hawking pretenden encontrar; aquellas que realmente hacen
la diferencia y cuyo conocimiento pleno por parte de todos los hombres indudablemente
cambiaría el curso de los acontecimientos del planeta y el rumbo que llevan las
sociedades de este mundo; esa guía divina, constituye el “grande y terrible
abismo”8 que separa a unos de otros, aunque de ambos lados del tal
abismo se pretenda encontrar “la verdad de todas las cosas”9 con el mismo
empeño y sinceridad. Por más que el mundo se resista a aceptar esa guía, lo cierto
es que solamente a quienes ejerzan fe en Cristo “les es dada, por el Espíritu de
Dios, la palabra de sabiduría... la palabra de conocimiento, para que se instruya
a todos a ser sabios y a tener conocimiento”10 sobre el propósito de
la vida y la naturaleza de las cosas.
“Porque así dice el Señor: Yo, el Señor, soy misericordioso
y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven
en rectitud y en verdad hasta el fin.
“Grande será su galardón y eterna será su gloria.
“Y a ellos les revelaré todos los misterios, sí, todos los misterios
ocultos de mi reino desde los días antiguos, y por siglos futuros, les haré saber
la buena disposición de mi voluntad tocante a todas las cosas pertenecientes a mi
reino. “Sí, aun las maravillas de la eternidad sabrán ellos, y las cosas
venideras les enseñaré, sí, cosas de muchas generaciones.
“Y su sabiduría será grande, y su conocimiento llegará hasta
el cielo; y ante ellos perecerá la sabiduría de los sabios y se desvanecerá el entendimiento
del prudente.
“Porque por mi Espíritu los iluminaré, y por mi poder les
revelaré los secretos de mi voluntad; sí, cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni
han llegado siquiera al corazón del hombre.”11
Seguramente cosecharemos burlas, incomprensión y hasta desprecio
por causa de nuestra fe. Nos llamarán de insensatos, pretenderán haber descubierto
la debilidad de nuestros testimonios y buscarán avergonzarnos. Pero “lo insensato
de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres...
a lo necio del mundo (es decir, a quienes por seguir a Cristo el mundo llama necios)
escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo (es decir,
quienes el mundo cree débiles por su fe en Cristo) escogió Dios para avergonzar
a lo fuerte...”12
“(Es) por tal razón, a fin de que los hombres fuesen hechos participantes
de las glorias que iban a ser reveladas, (que) el Señor envió la plenitud de su
evangelio, su convenio sempiterno, razonando con sencillez y claridad, a fin de
preparar a los débiles para las cosas que vendrán sobre la tierra, y para la obra
del Señor en aquel día en que los débiles confundirán a los sabios, y el menor
se hará nación fuerte, y dos pondrán en fuga a sus decenas de millares.
“Y con lo débil de la tierra trillará el Señor a las naciones
por el poder de su Espíritu.”13
No debemos temer a la ciencia pues, en la medida en que ella
se acerque a la verdad, nos irá descubriendo maravillas que redundarán en
nuestro beneficio si seguimos los consejos de Dios y tomamos consciencia de que
sus hallazgos resultan de la misericordiosa inspiración divina.
Tampoco debemos dudar en testificar de las Escrituras y sus
verdades preciosas: que en un pasado lejano Dios organizó este mundo y puso a
Adán y Eva sobre él; que “por la palabra de (Su) poder, que es (Su) Hijo
Unigénito, lleno de gracia y de verdad”14, “todas las cosas... fueron
hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho”15; que “creemos
todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún
revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios”16;
que aunque mucho del conocimiento futuro que Él se digne en otorgarnos venga
por la mano de las ciencias, otros importantes asuntos seguirán perteneciendo a
la esfera del Espíritu Santo y serán reveladas sólo por la fe en Cristo; que
somos y seguiremos siendo “testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas
y en todo lugar en que est(emos), aun hasta la muerte”17.
Nuestra responsabilidad y privilegio están atados a la misión
de traer almas a Cristo. Si perseveramos en ese propósito y nos esforzamos por
“guarda(r) sus mandamientos recib(iremos) verdad y luz, hasta que (seamos)
glorificado(s) en la verdad y (sepamos) todas las cosas”18.
Tenemos el don del Espíritu Santo y ello nos faculta a
discernir la verdad del error, a reconocer y desechar las doctrinas y falsos
principios del mundo. Como lo señaló el presidente Lorenzo Snow:
“Creo que los Santos de los Últimos Días están avanzando y
que están recibiendo instrucción; nos elevamos más y más alto. Estamos avanzando
hasta una condición, una esfera y un plano más elevados, y recibimos una formación
tal que la sabiduría del mundo con todos sus logros y doctrinas y principios falsos
no tendrán efecto sobre los Santos de los Últimos Días, ya que éstos se alzan por
encima de las teorías e hipótesis de las invenciones humanas y se elevan mediante
las cosas de la verdad que enaltecen la mente, exaltan el entendimiento y los establecen
más y más plenamente en los verdaderos principios de vida y de gloria."20.
De manera que, como nos aconsejó Pablo, examinémoslo todo y retengamos lo bueno19.
1) Fuente: http://es-us.noticias.yahoo.com/blogs/ciencia-curiosa/palabra-de-hawking-175952950.html
2) Jacob 2:18-19
3) Véase Juan 8:32
4) Doctrina y Convenios 93:24
5) 1 Corintios 2:14
6) Véase 1 Corintios 2:15
7) 2 Nefi 9:28-29
8) Véase 1 Nefi 12:18
9) Moroni 10:5
10) Doctrina y Convenios 46:17-18
11) Doctrina y Convenios 76:5-10
12) 1 Corintios 1:26-28 (paréntesis agregado)
13) Doctrina y Convenios 133:57-59
14) Moisés 1:32
15) Juan 1:3
16) Artículo de Fe 9
17) Mosíah 18:9
18) Doctrina y Convenios 93:28
19) Salt Lake Daily Herald, 11 de octubre de 1887, pág. 2;
citado en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, Lorenzo Snow, pág. 66
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