EL VALOR DE LA LIBERTAD
Partamos de la base de que el ser humano es de naturaleza dual, poseyendo una esencia espiritual (que algunos denominan alma, espíritu, mente, conciencia...) revestida de un cuerpo físico.
La Biblia lo expresa de esta manera:
"Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la
tierra y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre alma
viviente."1
Asumir que el hombre es sólo materia organizada sobre leyes
físicas y químicas es reducirlo a un objeto, a una "cosa" programada
con un destino inalterable y prefijado.
Es negar la existencia de un Dios creador. Es quitarle
sentido a la vida. Es negar el bien y el mal, y convalidar cualquier conducta
en la creencia de que todo es relativo, que los fines que siempre justifican
los medios.
Es, en esencia, robarle la libertad al ser humano.
Dios ha dotado a Sus hijos del don del albedrío moral, lo
cual los hace responsables de sus pensamientos, obras y deseos, en tanto la
persona goce del uso pleno de sus facultades mentales.
Es por ello que la libertad del hombre radica en su
espíritu, desde donde éste dirige su vida; puesto que en esa dimensión
espiritual subyace su personalidad, su individualidad.
Podrá despojársele de alguna parte de su libertad, pero
jamás quitársela totalmente, a menos que en su ignorancia, sumisión o
vulgaridad, la persona misma la entregue en un acto suicida.
Algunas personas sienten miedo a la libertad.
Es que el ejercicio de la libertad conlleva
responsabilidades, compromisos y riesgos. Implica esfuerzo y requiere valor. Infelizmente,
la comodidad de algunos y la avaricia de otros los llevan a optar por atajos
que conducen a la miseria humana.
Por ello, aunque muchos manifiestan sentirse libres, en
realidad se dejan arrastrar por las olas destructivas que arrecian en el mar
tempestuoso de las sociedades modernas. Se bañan de pasividad y luego adornan
sus vidas con los atavíos del conformismo, la desidia o la búsqueda insaciable
del placer.
Sin embargo, es sólo en el pleno ejercicio responsable de la
libertad que el ser humano puede alcanzar su mayor potencial. Las injusticias
del mundo no son consecuencia del ejercicio de este don divino sino de la falta
de apego a los valores morales que la sustentan; permitiendo con ello que el
egoísmo, la inmoralidad y la maldad consecuente sobrepujen la justicia e
impongan su dolor en las sociedades. Las injusticias llevan a la pérdida de la
libertad y no al revés.
Por tanto, como cristianos, "permanez(camos), pues,
firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres"2.
"Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo el
bien, hag(amos) callar la ignorancia de los hombres insensatos; actua(ndo) como
libres, y no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo,
sino como siervos de Dios."3
(1) Génesis 2:7
(2) Gálatas 5:1
(3) 1 Pedro 2: 15-16
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