EL CONSUELO
Vivimos en un mundo cambiante que, a un ritmo vertiginoso, se está alejando cada vez más de las enseñanzas del Salvador.
Como consecuencia de ello no sólo debemos aprender a
convivir con personas que no profesan nuestros valores, sino que debemos
encontrar la manera de relacionarnos con muchas otras cuyas creencias y
conductas están en clara colisión con las nuestras.
Aun las leyes están siendo diseñadas de manera de favorecer
esas conductas alejadas de nuestros valores morales y, en muchos casos, se
aplican como una limitación a nuestro derecho a manifestar públicamente una
opinión diferente.
Sin embargo, como ha señalado el Élder Dallin H. Oaks
"debemos vivir en el mundo, pero no ser del mundo... [y] como seguidores
de Cristo debemos vivir en paz con los demás que no compartan nuestros valores
ni acepten las enseñanzas basadas en ellos."1
Pero ¿cómo logramos sobreponernos al triste espectáculo de
un mundo que se aleja a pasos agigantados de Dios?
¿Cómo convivir con el dolor de saber que incontables seres
inocentes no alcanzarán a término su gestación porque sus madres habrán
decidido una "interrupción voluntaria de su embarazo" amparadas en la
ley?
¿Cómo asimilar que el uso de drogas perjudiciales hoy se
tilde de "recreativo" y se legalice?
¿Cómo ser testigos de tantas violencias desparramadas en los
medios de comunicación que parecen revelar que la verdadera utopía es alcanzar
la paz mundial, hacer desaparecer la pobreza y erradicar toda forma de
injusticia? ¿Cómo vivir este presente sin que el corazón se estremezca de
impotencia y desconsuelo?
Éstas y tantas otras preguntas se anidan en la mente y
parecen no tener respuesta. Más allá de nuestro deber de "vivir con las
diferencias", necesitamos fortalecernos para "resistir el día
malo"2.
Debemos entender que estamos viviendo días difíciles. Esta
situación no debe tomarnos por sorpresa. Los profetas vieron nuestros días y
nos lo advirtieron.
"Esto también debes saber: que en los postreros días
vendrán tiempos peligrosos.
"Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos,
impíos,
sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin dominio
propio, crueles, aborrecedores de lo bueno,
traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los deleites
más que de Dios,
teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de
ella ..."3
Si bien es cierto que no todas las personas caen dentro de
las categorías descritas más arriba -afortunadamente siguen siendo una minoría
las que sí lo hacen- la influencia en el mundo de quienes promueven principios
y conductas contrarias a las enseñanzas de Cristo es cada vez mayor. Su prédica
va aumentando en popularidad y, a juzgar por los resultados, algunos de los
cambios sociales operados en las últimas décadas parecen afianzados
definitivamente.
Pero tenemos el consuelo de las palabras de Jesús:
"No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros."4
"Permaneced en mí, y yo en vosotros... porque sin mí
nada podéis hacer."5
"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.
En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo."6
(1) Amar a los demás y vivir con las diferencias, Conf.
Gral. octubre 2014
(2) Efesios 6:13
(3) 2 Timoteo 3:1-5
(4) Juan 14:18
(5) Juan 15:4-5
(6) Juan 16:33
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