REPITIENDO EL CICLO TRÁGICO
En unos de sus memorables discursos1 el presidente Marión G. Romney habló acerca de las civilizaciones jaredita y nefita, diciendo:
"En las Américas, dos grandes civilizaciones, la
jaredita y la nefita, fueron completamente aniquiladas por haber rechazado las
leyes de justicia que Dios les había revelado.
"En ambos casos el Señor, mediante sus profetas,
denunció sus iniquidades, y les advirtió y predijo su destrucción si no se
arrepentían. Pero ellos no lo hicieron, y en consecuencia fueron totalmente
destruidos."
Refiriéndose a lo acontecido con la humanidad a lo largo de
su historia, también señaló:
"Durante seis mil años las civilizaciones han surgido,
han florecido, han declinado y han desaparecido, pasando por el mismo ciclo de
acontecimientos.
"Las civilizaciones se levantan de acuerdo con la
obediencia de sus pueblos a las leyes sobre las que se basan la prosperidad, el
éxito y la felicidad; Dios reveló estas leyes en el principio y, mediante sus
profetas, las ha repetido en cada dispensación.
"Las civilizaciones florecieron siempre que observaron
esas leyes, declinaron en la misma proporción en que las desobedecieron,
desaparecieron cuando esas leyes fueron completamente ignoradas."
Este carácter cíclico de la historia que el Élder Romney
resaltaba se manifiesta también en nuestros días. El vertiginoso cambio
cultural que ha sobrevenido en la sociedad postmoderna ha sido una mezcla
heterogénea de avances y retrocesos. A la par de la exaltación de los derechos
humanos, la libertad y la igualdad entre los hombres, del combate al hambre, la
pobreza, la injusticia y la violencia –lo cual, en muchos lugares, aún no ha
pasado de meras declaraciones sin plasmarse en hechos concretos−, las sociedades
modernas han dado un golpe de timón a su derrotero alejándose cada vez más de
las leyes y consejos divinos.
En cuestiones trascendentales para la supervivencia de la
humanidad, la cultura popular ha tergiversado los valores morales llamando a lo
malo bueno, y a lo bueno, malo; haciendo de la luz tinieblas y de las tinieblas
luz; poniendo lo amargo por dulce y lo dulce por amargo.2
En esa transformación de los valores que rigen la vida, la
sociedad le ha dado la espalda a Dios y ha levantado su propia torre de Babel,
desafiante e intolerante.
La sola mención pública de la Divinidad o todo otro concepto
basado en la fe religiosa despierta sospechas, es considerada
"políticamente incorrecta" y hasta perseguida. La religión se ha
acorralado a la práctica privada, confinada al hogar y los centros religiosos,
y toda manifestación contraria a las costumbres populares se resiste aún al
punto de considerarla, en algunos casos, hasta delictiva.
Es evidente que las sociedades contemporáneas, en tanto
sigan el derrotero que les han trazado quienes promueven el alejamiento del
orden que Dios ha manifestado, vuelven a caer en ese ciclo trágico del
que el presidente Romney hablaba en su discurso. Tanto el ateísmo creciente
como la popularidad del "relativismo moral" no sólo han llevado a
imponer como cultura dominante la transgresión a las normas divinas, sino que
también han despojado a los hombres del modelo con el cual juzgar el valor de
las cosas.
Las viejas enseñanzas de Korihor parecen revivir con energía:
" …en esta vida a cada uno le (toca) de acuerdo con su habilidad; por
consiguiente, todo hombre (prospera) según su genio, todo hombre (conquista)
según su fuerza; y no (es) ningún crimen el que un hombre (haga) cosa
cualquiera."3
Se trata pues de un choque de culturas, culturas que tienen
su origen en el principio de los tiempos por más que las circunstancias
particulares de nuestra época las puedan revestir de ropajes modernos. Siempre
se ha tratado de un conflicto entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas.
"Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo,
contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes".4
Así como Lucifer enfrentó a Jesús en el Concilio de los
Cielos intentando usurpar el poder de Dios e imponer su mentirosa voluntad en
sustitución del Plan de Salvación presentado por el Padre; así como Nimrod
fundaba Babilonia al tiempo que Melquisedec construía Sión según el modelo de
la Sión de Enoc5 ; así como al nacimiento del Príncipe de Paz,
el Salvador del mundo, se antepuso el advenimiento de César Augusto y su
Imperio Romano en el cual se hacía llamar el Sumo Pontífice; así como los
tiempos de la Restauración fueron precedidos por siglos de obscuridad, así
también el Evangelio Restaurado y su cultura enfrentan la tenaz agresión de la
cultura popular que, en aras de buscar falsamente la felicidad del hombre, le
invita a entrar en el "edificio grande y espacioso que (parece) erguirse
en el aire … [donde] jóvenes, hombres así como mujeres… se (hallan) en actitud
de estar burlándose y señalando con el dedo a los que (llegan) hasta el fruto y
(están) comiendo de él".6
En la visión que José Smith y Sidney Rigdon tuvieron acerca
de los grados de gloria, pudieron ver cómo Satanás "les hace la guerra a
los santos de Dios, y los rodea por todos lados".7
En ocasiones tendemos a pensar que ello significa verse
enfrentado a persecuciones como las que debieron soportar los primeros santos
poco después de la restauración del evangelio, o aún los primeros cristianos a
manos del dominio romano.
Aunque ello pueda llegar a ser realidad en algunos casos,
esa guerra y ese cerco diabólico más bien parecen ser la condición que enfrentamos
inmersos en sociedades que canonizan la cultura popular y sus prédicas "de
vanguardia", lo cual no hace más que repetir el ciclo trágico.
Al advertir de las dificultades que los discípulos
enfrentarían en los últimos días, el Salvador les aconsejó en estos términos:
"... porque en aquellos días también se levantarán
falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, a tal
grado que engañarán, si fuere posible, aun a los mismos escogidos, que son los
escogidos conforme al convenio...
"Por tanto, estad preparados..."8
En otro pasaje de las Escrituras encontramos también:
"Os digo estas cosas a causa de vuestras oraciones; por
lo tanto, atesorad sabiduría en vuestro seno, no sea que la maldad de los
hombres os revele estas cosas por medio de su iniquidad, de una manera que
retumbará en vuestros oídos con una voz más fuerte que la que sacudirá la
tierra; mas si estáis preparados, no temeréis."9
Pablo nos da un excelente manual de preparación para el
discípulo diligente. Está contenido en su epístola a los Efesios. Allí puede
leerse:
"Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis
estar firmes contra las asechanzas del diablo...
"Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
"Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la
verdad, y vestidos con la coraza de justicia.
"Y calzados los pies con la preparación del evangelio
de paz;
"sobre todo, tomad el escudo de la fe, con el que podáis apagar todos los
dardos de fuego del maligno.
" Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del
Espíritu, que es la palabra de Dios;
"orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y
velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos..."10
Recientemente las Autoridades Generales han puesto un
énfasis sostenido en tres aspectos en los cuales debemos esforzarnos para estar
preparados y vencer:
1- Vivir los convenios
2- Guardar el día de reposo y tomar dignamente la
Santa Cena
3.- Servir diligentemente en la obra
En ese sentido el Élder Robert D. Hales, del Quórum de los
Doce, nos ha exhortado:
"Llegamos a convertirnos y a ser espiritualmente
autosuficientes al vivir nuestros convenios con espíritu de oración, al
participar dignamente de la Santa Cena, al ser dignos de una recomendación para
el templo y al sacrificarnos para servir a los demás."11
Ciertamente éstos también son "principios que no se
pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación"12.
1) Conferencia General de octubre de 1977
2) Véase Isaías 5:20
3) Alma 30:17
4) Efesios 6:12
5) Véase El Antiguo Testamento I, Manual para el alumno de Institutos, pág. 37.
6) 1 Nefi 8:26-27
7) Doctrina y Convenios 76:24
8) José Smith-Mateo 22,48
9 Doctrina y Convenios 38:30
10) Efesios 6: 11, 14-18
11) Volver en sí: La Santa Cena, el templo y el sacrificio al servir, por el
élder Robert D. Hales, Conferencia General abril 2014
12) Doctrina y Convenios 128:15
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