LA POSMODERNIDAD
La época actual -denominada como posmodernidad- nace como una reacción al orden imperante durante buena parte del siglo XX.
Se ha dicho que la posmodernidad es la época del desencanto,
originada en el fracaso de las ideas modernas en dar respuesta a las
necesidades de bienestar y seguridad de los individuos.
Luego de un siglo XX caracterizado por la brutalidad de dos
guerras mundiales, la inestabilidad y los magros resultados en los esfuerzos
por proveer paz y felicidad a la humanidad, el cuestionamiento de los valores
sobre los cuales se fundaba el orden imperante llevó a una nueva concepción de
orden donde se sustituyeron los fundamentos existentes por los nuevos que rigen
estos tiempos.
Algunos componentes de esta cultura de la posmodernidad
están en franca oposición a la cultura del Evangelio.
En la cultura de la posmodernidad nada es absoluto, todo es
relativo y sujeto a una diversidad de opciones.
La realidad es la que cada cual ve, pues no existe una
realidad, sino que cada cual tiene el derecho de construir la suya propia. Más
aún, las creencias personales no constituyen un marco de referencia para las
conductas individuales, puesto que no se hace necesario que uno actúe de
acuerdo con ella sino en base a las conveniencias del momento.
No existe fuera del individuo ninguna fuerza ni razón que le
imponga una ética y moral que, al buscar su mejoramiento, regule su relación
con el mundo exterior. Siendo la persona el “centro del universo”, su egoísmo y
la búsqueda de la satisfacción de sus apetitos afloran por encima del amor
genuino y del servicio desinteresado. El prójimo es un competidor al que debe
vencerse, y la libertad personal un cheque en blanco para romper barreras.
Este egocentrismo lleva al culto de la sensualidad y,
curiosamente, a una pérdida de la personalidad individual. Por doquier se
“venden” ídolos con los cuales mimetizarse, ídolos que enseñan ”cómo vestir”,
“qué comer, qué beber”, “cómo hablar” y hasta “qué pensar”.
La obsesión por la imagen personal trasciende la salud, el
equilibrio financiero y la estabilidad emocional.
Existe una verdadera puja por ver quién va más allá de los
límites. La transgresión se ha vuelto una virtud.
La educación es un valor en decadencia y el trabajo una
incomodidad más. El entretenimiento ha pasado a ser más importante que el crecimiento
personal.
La inmediatez es el motor de la acción. A la cultura de la
posmodernidad sólo le interesa el presente; el futuro y el pasado no cuentan.
Otro ingrediente preponderante de este cambio cultural ha
sido la exacerbación del afán consumista de la sociedad. Desde el “compre ahora
y pague después” al “lo quiero y me lo llevo”, pareciera que las personas valen
por lo que poseen o consumen y no por lo que son. Antes que la calidad, la
marca. Antes que la necesidad, el capricho. Antes que el ahorro, la tarjeta de
crédito.
La autosuperación está desvalorizada, el esfuerzo se
retacea, la intimidad se pierde; las redes sociales y la virtualidad traspasan
el umbral de la privacidad; los reality-shows se consumen como pan caliente
trasuntando conductas dudosas o desnaturalizadas; se desacraliza el matrimonio
y el derecho a la vida; y en aras de la tolerancia y la pluralidad ilimitadas,
se rinde culto a la permisividad.
La felicidad se muestra, sin embargo, huidiza. Las
injusticias no parecen menguar. La violencia se expande.
Al decir de Carlos Real de Azúa: “Rotos todos sus vínculos
con lo divino, la tierra, el prójimo y las cosas, el hombre, presunto liberado,
se enfrenta con la carcoma de una soledad y un sinsentido global"1.
Aunque se han logrado muchos avances en algunos aspectos (el
combate a la discriminación y la intolerancia han alcanzado logros
significativos, la pobreza ha disminuido en algunos países, y en otros existe
mayor equidad), la paz tan anhelada parece estar cada vez más lejos, cada vez
más esquiva.
¿No será tiempo de reflexionar y volver a los principios que
nunca debieron relegarse a un costado?
¿No será tiempo de volver a confiar en la Luz que brilló en
el desierto y invitó a todos a seguir Sus enseñanzas, diciendo:
"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el
mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo...2
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el
mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo."3?
(1) Historia visible e historia esotérica
(2) Juan 14:27
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