CONVENIOS
" Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis."1
¿Cómo es que Dios está obligado? ¿Nosotros podemos colocarle
en situación de estar obligado? ¿Podemos obligarlo a actuar de determinada
manera? ¿Podemos llegar a torcer Su voluntad?
Para comprender el significado de este versículo, debemos
conocer el contexto en que fue revelado. El propósito de esta declaración es
manifestado en los versículos anteriores: para que “entenda(mos) (Su) voluntad
concerniente a (n)osotros“ y para darnos “instrucciones en cuanto a la manera
de conducir(nos) delante de (Él), a fin de que se torne para (n)uestra
salvación” . La “obligación” de Dios no es para con nosotros sino para con el
hecho de que Él es un ser fiel a los convenios que haya concertado con nosotros
a través de las ordenanzas.
Por otro lado, ¿es sorprendente que el "se
obligue" cuando hacemos lo que nos dice? Es decir, ¿Su voluntad? Si así no
fuera sería injusto de su parte. Dios no puede ser injusto.
De manera que nuestra relación con Dios se basa en convenios
con Él. Convenios que siempre implican que Su voluntad sea cumplida; en tanto
que, cumpliendo nosotros nuestra parte, nos haremos acreedores a Sus promesas
cómo y cuándo Él lo determine.
Debemos tener en cuenta que los convenios que podamos
concertar con Él no son de carácter mercantil: nosotros le damos algo (nuestra
obediencia) y Él nos compensa con las bendiciones que deseamos.
Son convenios de amor. Obedecemos porque le amamos, no
porque esperemos recibir algún beneficio que busquemos. Las bendiciones deben
ser consecuencia de nuestro amor hacia Él, no la causa de nuestra obediencia.
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