PROTEGIENDO A LOS MÁS INOCENTES
"Siempre han existido aquellos que toman las cosas hermosas y las corrompen. Ha sucedido así con la naturaleza, también con la literatura, con el drama, con las artes y con certeza ha sucedido con la música."
(Boyd K. Packer)
Si la observación que señaló Boyd K. Packer hace ya más de 40 años resultaba inquietante, hoy refleja una realidad abrumadora. Esa infección desnaturalizante -la de corromper las cosas bellas de la vida- se encuentra ampliamente difundida y permea todos los ámbitos de la vida.
El cine, la literatura, las artes en general, los medios culturales y noticiosos se han convertido en eficaces vehículos de promoción de valores que atentan contra los principios cristianos.
No se trata de amordazar la libertad de expresión ni la artística, las cuales deben protegerse en su máxima expresión. Tampoco escandalizarse ante muchas manifestaciones culturales que se han popularizado y se oponen a los valores que defiende la cristiandad. Se trata tan sólo de la constatar los
hechos y defenderse apropiadamente.
Entre las cosas hermosas de la vida que se han tergiversado está la sexualidad; esa dimensión del ser humano que, dentro del vínculo del matrimonio, no sólo promueve la gestación de nuevas vidas, sino que también contribuye -de manera sustancial- al fortalecimiento del amor que une a los cónyuges.
Esta desnaturalización del amor conyugal ha llevado a concebir su expresión física -vulgarizada con el término "sexo"- como una moneda de intercambio para alcanzar el placer personal de manera egoísta e irresponsable; desde luego que fuera del vínculo matrimonial.
Hoy se habla de las "bondades" del sexo sin amor. Se exalta la liberación que la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo (léase aborto) ha conquistado para la humanidad. Se exacerban las emociones con imágenes que empujan a la satisfacción de los impulsos que provocan. Vivimos inmersos en un mundo que exalta esa satisfacción a cualquier precio.
Lo más triste es que esta ola ha alcanzado a los más inocentes: los niños.
Hoy se promueve de manera descarada la "sexualizacion" de los niños. Se afirma que el despertar ocurre de manera muy temprana, que los niños tienen la capacidad y el derecho al auto-reconocimiento de su "género". Se reelaboran personajes del mundo infantil con conductas propias de adultos. Se llegan a producir dibujos animados que, afirmando promover la diversidad, presentan temas y personajes con conductas inapropiadas para un consumo infantil.
Se propicia la "educación sexual" a temprana edad, a nivel escolar. Se pretende abrogar el derecho de los padres a educar en valores a sus hijos.
Se combate, asimismo, toda manifestación pública de valores cristianos que contradigan o se opongan a esta movilización cultural en pro de esa sexualizacion infantil.
No es fácil lidiar con estas situaciones. Ante todo, quienes aún adherimos a valores cristianos -seamos creyentes o no- debemos proteger a nuestros hijos.
"Instruye al niño en su camino; y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él."(*)
Esta promesa no se logrará con paños tibios. Exige de nosotros, los mayores, un esfuerzo consciente, persistente y elaborado de educación formativa de nuestros hijos, sobretodo en el hogar. No solamente transmisión de conocimientos sino también -y fundamentalmente- de valores, adaptando nuestra misión educativa a los tiempos que corren y a los peligros que los más jóvenes enfrentan.
"Ningún éxito en la vida puede compensar el fracaso en el hogar." (David O. McKay)
(*) Proverbios 22:6
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