ÉTICA PERSONAL
Según lo define el diccionario, la ética es el "conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”.1
Asimismo, también se denomina con ese término la "parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores".1
De manera que la ética personal refiere al cuadro de valores morales a los cuales una persona ciñe su vida, pudiéndose tomar como su centro de referencia, lo que piensa acerca del bien y del mal.
Todos tenemos una ética personal, en tanto somos seres racionales movidos por decisiones que tomamos basados en nuestro propio sistema de valores morales.
Surgen, sin embargo, algunas preguntas sobre cuyas respuestas no se ha alcanzado consenso, y probablemente nunca se logre.
¿Como se determina qué es el bien y qué es el mal?
¿La conciencia del bien y del mal se adquiere, o nace en la propia persona a medida que madura?
¿Es una experiencia subjetiva basada en el interés personal o puede encontrarse con cierta universalidad en los criterios que definen lo que es bueno o lo que es malo?
Para el cristiano la fuente de conocimiento del bien y del mal está en Dios y Su palabra. Por tanto, el cristiano, en tanto fiel a su fe, basa su ética personal en los valores cristianos.
Si es coherente consigo mismo, no acepta el relativismo moral ni la posibilidad de que su ética personal acompañe los vaivenes de los dictados de las mayorías de turno.
Acepta que las demás personas tengan sus propias valoraciones, pero se esfuerza para que su ética sea la ética de Cristo.
Ello no le quita libertad, pues su elección está fundada en el ejercicio de su propia voluntad. Su decisión de permanecer leal a los valores cristianos responde, ante todo, a su integridad, mientras siga considerándose un cristiano de ley.
Qué tristeza causa escuchar de boca de algunos -que sinceramente se sienten cristianos- que apoyan posturas contrarias a las enseñanzas de su credo.
El relativismo moral es el enemigo invisible de la ética personal. La niega en la medida de que para él, nada es fijo, todo depende del cristal con que se mire, y cree -en definitiva- que el fin justifica los medios.
El otro gran enemigo es la ignorancia. ¿Cómo conformarse a principios que se desconocen?
Declararse cristiano no es lo mismo que elegir pertenecer a un club, a una sociedad de amigos o a un emprendimiento comercial. Es elegir un sentido de vida. Requiere aprender sus significados, tomar sus valores con toda la mente y el corazón... es conocer a Dios y darle lugar preferente en nuestras vidas.
Ésa es la ética personal de un cristiano.
(1) Diccionario de la Real Academia Española
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