LA IGUALDAD DE GÉNERO A LA LUZ DEL EVANGELIO
Con estas sencillas palabras resume la Biblia la creación del hombre y la mujer. Es
notable que la escritura
diga que dicha creación
fue a imagen y conforme
a semejanza de Dios2. De esta manera, las familias terrenales deberían reflejar
la organización celestial, al menos hasta donde
nuestra naturaleza temporal lo permita.
En la primera epístola
a los Corintios, Pablo señala
la relación que debe existir
entre los esposos; y entre
éstos y Dios. Más allá de realizar ciertos comentarios revestidos
de las costumbres y usanzas de
aquella época, el apóstol
manifiesta esta sublime verdad:
“Pero en el Señor, ni
el varón es sin la mujer, ni la mujer
sin el varón”3.
El presidente Gordon B.
Hinckley fue aún más enfático respecto
a este asunto al decir:
“En el compañerismo del
matrimonio no hay inferioridad ni superioridad; la mujer
no camina delante del marido, ni el marido camina
delante de la esposa;
ambos caminan lado a lado,
como un hijo y una hija de Dios en una jornada eterna”.4
Desde un principio
y hasta nuestros días, la
verdad revelada
ha demostrado que el Señor
“no hace acepción de personas”5. Esto es también
cierto en cuanto al valor de la mujer.
Hombre y mujer son diferentes, pero tienen, ante los ojos del Señor —y deberían
tenerlo ante los ojos del
mundo— los mismos
derechos, el mismo
respeto y valor.
Como lo ha explicado el élder Richard G. Scott, “en el plan del
Señor, se necesitan dos —un
hombre y una mujer— para formar
un todo. En realidad, marido y
mujer no son dos
mitades idénticas, sino una
asombrosa y divina combinación de aptitudes y características que se complementan”6.
Esta combinación, plena de potencialidades
y realidades incontrastables, requiere
que la igualdad entre ambos
sexos no sólo se base sino también
se enriquezca en las diferencias naturales entre el varón y la mujer.
El élder Boyd K.
Packer ha señalado que “no podemos eliminar, mediante
cualquier modelo de legislación o regulación, las diferencias entre
hombres y mujeres.
Hay cosas básicas que un hombre
necesita que una mujer no necesita. Hay cosas que un hombre
siente que una mujer nunca siente. Hay cosas básicas que una
mujer necesita que un hombre no necesita nunca. Y hay cosas que
una mujer siente que un hombre no siente
ni debe sentir.”7
Como para que no queden
dudas en cuanto
al valor de la
mujer en el Plan
de Salvación, baste la siguiente declaración del presidente Gordon
B. Hinckley:
“La mujer es la creación
suprema de Dios. Sólo después de que la tierra había sido formada, después de que el día había sido separado
de la noche, después de que las aguas
habían sido divididas de la tierra, después de que la vegetación y la vida animal fueron
creadas, y después de que el hombre había sido puesto en la tierra, se creó a la mujer; y sólo entonces fue que se
pronunció que la obra estaba terminada y que era
buena.”8
Asimismo,
“el ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y del
propósitos premortales,
mortales, y eternos de la persona”9. Por tanto, todo esfuerzo encaminado a asegurar
lo que hoy en día se ha denominado la igualdad de género
debería sostenerse sobre
la base de que esa
igualdad no significa renunciar a la
naturaleza propia de cada género ni al rol que, por providencia divina, se le ha
asignado.
Esta doctrina difiere de la que se promueve desde organismos, movimientos y filosofías que no reconocen el
origen divino de la creación. Para ellos, “los roles de
género son creados por la sociedad
y se aprenden de una generación a otra”; y “se pueden cambiar
para alcanzar la igualdad y la equidad
entre las mujeres y los hombres”10.
Debe quedar en claro, sin
embargo, que debemos agotar todos
nuestros recursos
para combatir la violencia contra
la mujer, su discriminación y toda otra forma de injusticia
de la que sea objeto. La cuestión
consiste en perseguir esos objetivos sin desnaturalizarla ni negarle los sagrados roles que Dios le asignó en cuanto
a su condición de mujer, madre
y protectora de la vida. Al tiempo que luchamos por los
derechos de la mujer, no debemos
olvidar que existe una enemistad natural entre la mujer y el adversario de toda
justicia11.
Una de las cuestiones más discutidas es el de la
realización de la mujer
a través de su competencia con el
hombre. Ya hemos
visto que en el plan del Señor no
existe competencia sino complementariedad. En el mundo
en que vivimos, la mujer muchas
veces se ve en la necesidad
de salir de su hogar
para contribuir al sustento
de
su familia. Al respecto el presidente Hinckley expuso cómo compatibilizar esa situación con las enseñanzas de la
Iglesia:
“Hace algunos años el
presidente Benson dio un mensaje a las mujeres de la Iglesia, instándolas a dejar sus empleos para
dar más atención a los hijos. Yo apoyo esa posición.
Sin embargo, reconozco, al igual que él lo reconoció, que hay
mujeres (de hecho, las hay
muchas) que tienen que trabajar para atender las necesidades de su
familia. A ustedes
les digo: Hagan lo
mejor que puedan. Confío en que, si están
trabajando durante jornadas
enteras, lo estén haciendo para cumplir con las responsabilidades básicas del hogar y no para
darse gustos y hasta
lujos materiales. El deber mayor de toda mujer
es el de amar a sus hijos, enseñarles, animarlos y guiarlos hacia
la rectitud y la verdad. No hay ninguna otra persona que pueda sustituirla adecuadamente.
“Es casi imposible
ser una ama de casa todo el
día y al mismo tiempo trabajar fuera de la
casa jornadas enteras. Me consta
que muchas de ustedes se
enfrentan con decisiones difíciles en cuanto
a esto. Les repito,
hagan lo mejor
que puedan. Ustedes conocen sus circunstancias y sé que están profundamente interesadas en el bienestar de sus hijos.
Cada una de ustedes tiene un obispo
que las aconsejará y las
ayudará. Si sienten la necesidad
de hablar con una mujer comprensiva, no vacilen en ponerse en contacto con su presidenta de la Sociedad de Socorro.”12
La siguiente cita del élder
Quentin L. Cook arroja luz
adicional sobre el asunto:
“Reconocemos que hay fuerzas
monumentales desatadas en contra de la mujer
y de la familia. Estudios recientes muestran que la
devoción en el matrimonio se ha deteriorado
y ha disminuido el número de adultos que contraen matrimonio. Para algunas
personas, el matrimonio y la familia se están convirtiendo
en 'algo optativo
en lugar de ser el principio
central de la organización de nuestra
sociedad'. Las mujeres
se ven confrontadas con muchas opciones y deben considerar en oración las decisiones que tomen y la forma en
que esas decisiones
afectarán a la familia...
“Esas son decisiones emocionales y personales,
pero hay dos principios
que siempre debemos tener en cuenta. Primero, ninguna mujer debe sentir nunca
que tiene que disculparse ni pensar que su contribución es menos importante porque dedica sus principales esfuerzos a criar
y enseñar a sus hijos;
nada es más importante
que eso en el plan de nuestro Padre Celestial. Segundo,
debemos tener más cuidado
de no juzgar ni pensar que
las hermanas que deciden trabajar fuera de su casa tienen
menos valor. Muy raramente
entendemos completamente las circunstancias de los demás. Marido y mujer deben analizarlo juntos en oración con
la comprensión de que son responsables ante Dios
por las decisiones que tomen.”13
Recientemente se celebró el Día Internacional de la Mujer.
Mi esposa recibió un correo electrónico que la felicitaba por la ocasión, resaltando logros
y aspiraciones en cuanto
a los derechos de la mujer.
Con su permiso, transcribo parte de la respuesta que envió al
remitente de ese correo:
“Gracias por el
mensaje con motivo del Día Internacional de la Mujer. Hemos
de festejar esas conquistas que mencionas, pero deseo
hacerte llegar algunas reflexiones al respecto:
“La institución democrática más importante es la familia, la cual es la base
de la sociedad. Y
la base de la familia es la mujer, como esposa
y madre.
“Alentemos a las mujeres a que sean buenas esposas y madres para que haya menos problemas sociales y más felicidad. Y alentemos a los esposos para que amen, sirvan y respeten a sus esposas en esa importantísima tarea, siendo esposos y padres amorosos y responsables. Cuando eso suceda, ese sí que será el día de la mujer: de la mujer feliz.
“Hoy la mujer tiene más opciones que en el pasado...pero hoy también está mucho más exigida...y en mi humilde opinión, el hecho que la mujer trabaje aumenta la demanda de trabajo y en consecuencia disminuye el salario. Eso sí que fue una jugada maquiavélica. Puede creerse que es más libre, pero en realidad es más esclava.
“Ahora el hombre y la mujer trabajan para otros, limitan su progenie, y a menudo se
la roban los predicadores de filosofías disolventes de la familia ... y aunque
tienen absoluta libertad de hacer las cosas del modo
que
quieran, han aumentado
las cifras de divorcio. Entonces, ¿en
qué aprovecha? Cuando pensamos que la
industria alimenticia es, en parte, una industria
fraudulenta que da ganancias a costa
de la ignorancia y la salud de los consumidores, ¿no es tentador volver al pan horneado
en
casa?
“El sacrificio inteligente consiste en sacrificar lo que
vale menos para conquistar
o conservar lo que vale más. ¿Estamos siendo
inteligentes en nuestro sacrificio? ¿O corremos como un burro
detrás de la zanahoria?
“La función de la mujer como esposa
y madre es irreemplazable. A veces decimos:
'Yo a mis hijos les hablo...'
Está muy bien, creo que hay que hablar,
pero esa no es ni la mitad del asunto...hay que escucharlos para saber qué hablar...
y también hay que darles vivencias
familiares cotidianas de amor, compañerismo y calor de hogar...
“De lo contrario,
estaremos como los antiguos que
quemaban a sus hijos
inmolándolos ante un
dios de barro. Nuestra
sociedad nos da muchos ídolos
a los cuales adorar y ante los cuales sacrificamos nuestra familia y nuestra felicidad sin ningún cuestionamiento,
sin ningún sentido crítico.
“Así es. No combatiremos
la delincuencia con más cárceles
(que las necesitamos) pero sí la combatiremos con más madres
en casa hablando con cariño,
transmitiendo cultura, enseñando
responsabilidad, higiene, buenas costumbres, buenos modales
y cortesía, enseñando a amar al prójimo
con palabras y con el ejemplo.
“La mujer tiene gran poder desde el trono
de su hogar, pero en el
mundo es 'una obrera',
'una profesional', cosa en
lo cual es reemplazable. En su hogar es
'la esposa', 'la madre'
de sus hijos: única e irreemplazable.
Si no, preguntemos a los niños y ellos
nos dirán sus preferencias: ¿Quieres
ir a la guardería, a la escuela
de tiempo completo, quedarte
con la niñera o estar con mami?
“La mano que mece la cuna mueve
el mundo... Creo que también todas las madres
normales nos sentimos contentas cuando
volvemos
a casa, a pesar
de todas las tribulaciones que acarrea un hogar...”
1) Génesis
1:1, 27
2) Génesis
1:26
3) Véase Exodo
3:4-22; 4:1-19
4) Informe de la Conferencia
General abril 2002,
citado por James E. Faust en “Todas son
enviadas del cielo”, Liahona
noviembre 2002, pág. 113
5) Romanos
2:11
6) “El gozo de vivir el gran plan de felicidad”, Liahona enero
1997, pág.83
7) "The
Equal Rights Amendment", Ensign-revista en inglés, marzo de 1977,
pág. 6
8) “Our Responsibility to Our Young Women", Ensign-revista en inglés, setiembre de 1988, pág. 8
9) “La Familia: Una Proclamación Para
El Mundo”
10) Citas sobre la Igualdad de Género
extraídas del sitio oficial de la UNESCO,
http://www.unesco.org/new/es/education/themes/leading-the-international-agenda/education-for-sustainable-development/gender-equality/
11) Véase Génesis
3:15
12) presidente Gordon B. Hinckley, “Las mujeres
de la Iglesia”, Liahona enero 1997, págs. 77-78
13) Quentin
L. Cook, “¡Las
mujeres SUD son asombrosas! “, Liahona mayo 2011, pág. 20-21
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