MIRAD QUE NADIE OS ENGAÑE

"Porque no tenemos lucha contra sangre y carne -escribió-, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes."1

Hemos visto en otras oportunidades que el término "cultura" proviene del latín ≪cultus≫, que por extensión, los romanos también la emplearon para referirse al “cultivo del espíritu”.

Decíamos que la cultura es el conjunto de ≪símbolos≫ y ≪objetos≫ que son aprendidos, compartidos y transmitidos de una generación a otra por los miembros de un grupo social.

Los símbolos incluyen valores, normas, creencias, tradiciones, idiomas, costumbres, ritos, hábitos, actitudes, capacidades, educación, moral, arte y toda forma de responder al entorno que no sea innata en la persona.

Esta definición resalta un rasgo fundamental de la cultura en relación con el hombre: es un factor que determina, regula y moldea su conducta.

Es posible distinguir una cultura del Evangelio a partir de las enseñanzas de Jesucristo.

En oposición a esta cultura del Evangelio se alza la cultura mundana, aquella que profesa prácticas y principios contrarios a los de la cristiandad. Esa cultura es un conglomerado de valores y prácticas que se han vuelto muy populares en la actualidad.

Este choque de culturas no es más que la continuación del conflicto que Pablo denunciaba en su epístola a los efesios.

Han pasado casi dos milenios y ese conflicto aún persiste; forma parte del desafío de vivir.

De modo que el conflicto, en el que los cristianos nos vemos envueltos, consiste básicamente en resistir esa presión de la cultura mundana que trata de reciclarnos en cultores de su irreligiosidad.

Porque de nada sirve que nos llamemos cristianos mientras vivamos tibiamente nuestra cristiandad, siendo indiferentes en nuestro corazón y -en algunos casos- mirando hasta con simpatía prácticas y apologías que ofenden al Dios a quien decimos adorar.

En otras palabras, la siguiente admonición de Pablo debería despertar en nosotros el deseo de vivir el Evangelio más plenamente:

"Mirad que ninguno os engañe por medio de filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo."2

 

(1) Efesios 6:12

(2) Colosenses 2:8

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