¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO CORAZÓN?

Existe para cada uno de nosotros un lugar en el planeta donde podemos alcanzar la cumbre de nuestra humanidad; donde podemos mostrarnos tal cual somos sin temor a que se nos persiga ni se nos tache de políticamente incorrectos.

Un lugar donde nuestros pensamientos pueden volverse palabra, y nuestra palabra germinar en acciones que cambian vidas.

Un espacio donde se manifiestan en su plenitud el respeto, la tolerancia y, desde luego, el amor. El amor por la vida, por nuestros semejantes; el amor por quienes nos acompañan en la aventura de convertir nuestros días en oportunidades de crecimiento siendo, al mismo tiempo, la fuente de nuestra felicidad.

Un sitio donde nuestros valores y principios no se combaten ni se nos margina por promoverlos. Donde nuestra voz se alza como un estandarte de la virtud, y la virtud se puede cultivar como un jardín libre de malezas.

Un lugar de paz, de reposo, de meditación y proximidad con lo Divino: un esbozo de cielo en la tierra.

Donde nuestros hijos pueden atesorar en sus mentes y almas las percepciones que nuestra experiencia y descubrimientos nos hayan enseñado.

Un lugar donde podemos transmitir valores. Un lugar donde nuestros principios morales no se señalan con el dedo del escarnio.

Un ambiente de confianza que sirve de puente entre generaciones; un puente fundado en la confianza, la amistad, la fe y el amor.

Los hombres podrán entorpecer nuestros caminos; podrán combatir nuestras esperanzas. Podrán contradecirnos, tratar de avergonzarnos, y hasta pretender cambiar nuestra forma de hablar o conducirnos en público. Pero jamás podrán adueñarse de ese santuario en tanto las leyes lo protejan y nos garanticen el derecho de poseerlo.

Ese santuario de libertad y progreso es nuestro HOGAR.

Debemos protegerlo. Debemos cultivarlo. Debemos embellecerlo. Cuidarlo como una de nuestras mayores posesiones. Es nuestro refugio y cobija, en su seno, a nuestra FAMILIA.

Harold B. Lee remarcó su importancia cuando expresó:

" La obra más importante... que ustedes y yo efectuemos será dentro de las paredes de nuestro propio hogar."

Si aún no encontramos en nuestro hogar ese santuario, seamos diligentes y empecemos lo antes posible a procurarlo.

Si ya lo tenemos, demos gracias a Dios por habernos considerado dignos de ser bendecidos con un hogar de esa naturaleza y nutrámoslo, día a día, para que siga creciendo.

Hagamos de nuestro hogar un tesoro de incalculable valor; porque "donde est(é) [nuestro] tesoro, allí también estará [nuestro] corazón”.1

 

(1) Mateo 6:21

Comentarios