¿PREVENCIÓN O JUSTICIA?
El diccionario de la Real Academia Española presenta hasta
cinco definiciones para el vocablo "castigo".
La definición principal lo describe como "pena que se
impone a quien ha cometido un delito o falta". Otras definiciones -caídas
en desuso- asocian el "castigo" con "reprensión",
"aviso", "consejo", "amonestación",
"corrección", "advertencia". El castigo no figura asociado
al concepto de prevención.
El vocablo "justicia" también presenta varias
definiciones en el mencionado diccionario. La principal la define como un
"principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o
pertenece".
Asimismo, el Derecho es "el conjunto de principios y
obligaciones, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan las
relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de
manera coercitiva".
Por último, las "leyes" constituyen "el
conjunto de principios y normas", que materializan ese Derecho.
De manera que, en un estado de Derecho, las leyes deben
propender a hacer justicia y proteger a la ciudadanía.
Existe hoy en día consenso, de buena parte de la sociedad,
en que la aplicación del castigo a quien comete un delito (es decir, viola la
ley) no cumple con el objetivo de prevenir el delito.
Basados en que el sistema penitenciario tiene carencias en
el cumplimiento de su objetivo de rehabilitar a las "personas privadas de
libertad" y que, en muchos casos, esas personas conviven en un entorno
crítico, muchos expertos y opinadores se muestran a favor de buscar otras formas
de tratar los "conflictos con la ley", las cuales pasan por minimizar
la función de las penas a imponer para con los delitos.
Esa postura confunde el rol del castigo, el cual es
establecer justicia, no prevenir el delito.
Vamos... ¿cuándo el temor al castigo llevó a los que
delinquen a abstenerse de hacerlo? La prevención debe buscarse en la educación
de valores y, desde luego, en fomentar las oportunidades de progreso en el
bienestar integral de las personas que integran la sociedad.
Hace ya siglos, el autor del Eclesiastés señaló con singular
sabiduría: "Por cuanto no se ejecuta enseguida la sentencia contra una
mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está dispuesto para hacer el
mal."1
Seguramente el castigar la delincuencia no la prevenga, pero
ciertamente el ser suave con ella es una señal que alienta la disposición a
transgredir de parte de los que no adhieren a la convivencia respetuosa de las
leyes que toda sociedad civilizada necesita para progresar en paz.
(1) Eclesiastés 8:11
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