POR SUS FRUTOS

Es un hecho que sólo una pequeña porción de la humanidad vive en armonía con el modelo de vida que Jesús predicó.

Sus enseñanzas y Su evangelio resultarían en una sociedad justa y feliz, donde la libertad fuese de la mano del bienestar físico y espiritual ... si tan sólo se practicasen universalmente.

"Yo, el Señor, extendí los cielos y formé la tierra, hechura de mis propias manos; y todas las cosas que en ellos hay son mías.

"Y es mi propósito abastecer a mis santos, porque todas las cosas son mías.

"Pero es preciso que se haga a mi propia manera..."1

En oposición a ese modelo divino, el mundo está lleno de propuestas alternativas de la más variada índole, que afirman ser el único camino que lleva a encontrar la sociedad perfecta que todos ansiamos alcanzar.

Y en tanto se cuestiona el valor práctico de la moral cristiana, se yerguen ante nosotros muchos modelos de vida que se fundamentan en principios que hieren la naturaleza misma del ser humano y su derecho innato a la libertad, a la paz, a la felicidad y a su seguridad personal.

Son variadas las causas de las injusticias que pululan por el mundo. Asi también son variadas las soluciones ideadas por quienes han tomado sobre sí la pesada carga de interpretar la vida, de encontrar el camino que sobrepuje esas injusticias y que provea la felicidad que todos anhelamos.

Pero una sociedad sin Dios semeja al navegante que ha perdido su brújula en medio del océano y es incapaz de hallar forma alguna de guiarse en su derrotero.

Así, algunas personas, en el nombre de su Dios o credo, cometerán actos de barbarie e irracionalidad, fruto de sus intolerancias e interpretaciones tergiversadas de sus propias creencias.

Asimismo, otros querrán imponer sus convicciones por la fuerza y no tolerarán disidencias.

Tampoco faltarán quienes persuadan a muchos a asimilar cambios civilizatorios y adoptar culturas extrañas a los valores de la cristiandad, valiéndose de "

estratagema[s] de hombres que, para engañar, emplean con astucia las artimañas del error"2.

Igualmente, otros afirmarán que la misma libertad (con que Dios dotó a Sus hijos) hace inviable que exista jamás posibilidad de unanimidad entre los seres humanos en cuanto a qué es la verdad o dónde hallarla. Éstos enseñarán con desenfado que todo es relativo.

Por cierto, aun los consensos, tan necesarios para la convivencia pacífica, no siempre garantizan certezas ni felicidad duradera.

"La aceptación social no cambia la categoría de un acto, tornando lo malo en bueno."3.

Indudablemente es utópico aspirar a que todas las personas acepten vivir las enseñanzas de Jesucristo.

Pero es posible hacerlo a nivel personal. Cada uno tiene el derecho a tomar para sí el modelo de vida que mejor le parezca, siempre que respete ese mismo derecho cuando lo ejerce su prójimo, en tanto con ello no se destruya la convivencia pacífica en la sociedad.

A decir verdad, el amplio espectro de opiniones en nada cambia las cosas. A pesar de la diversidad de percepciones y de valores, son los resultados los que hablan por sí mismos.

A la larga, existe un método sencillo para determinar la bondad de aquello que nos toca juzgar. Jesús nos lo mostró con esta sencilla declaración:

"Así que, por sus frutos los conoceréis."4

Quienes busquen la unidad con Jesucristo y Sus enseñanzas sabrán por cierto cuál es "el camino, la verdad y la vida"5.

 

(1)  Doctrina y Convenios 104:14-15

(2)  Efesios 4: 14

(3) Spencer W. Kimball, El Milagro del Perdón

(4)  Mateo 7:20

(5)  Juan 14:6 

Comentarios