VER LO BUENO

A lo largo de mi vida profesional he tenido muchas veces la oportunidad de integrar grupos de trabajo. Por lo general, dichos grupos de trabajo se conformaban para encontrar solución a un problema, planear un curso de acción o tomar decisiones sobre cuestiones relevantes.

A menudo pude constatar que, una vez puestos a trabajar, algunos integrantes de éstos dedicaban la mayor parte del tiempo a encontrar por qué determinada solución propuesta no era la correcta, en qué resultaba errado el curso de acción considerado o por qué era inconveniente tomar la decisión bajo análisis en lugar de sopesar tanto las ventajas como las desventajas de tal o cual cuestión. Parecía más fácil objetar que aportar, criticar que construir.
He visto asimismo como algunas personas siempre ven el lado negativo de las cosas, como si su misión en la vida fuese detectar errores o carencias.
A la hora de evaluar una experiencia o logro sólo se quedan con lo faltante, como si no lograr el cien por ciento de lo que se propusieron significase una derrota semejante a no haber logrado nada.
El resultado de acumular frustraciones y sinsabores, de percibir continuamente faltantes o errores, de escucharse decir "fracasé", "no soy capaz de", "esto está mal o no me alcanza", "nunca lo lograré" o "las cosas andan mal y no van a cambiar" termina por traer amargura a la vida de esas personas. Se socavan sus fuentes de felicidad, su potencial de crecimiento se aniquila y las probabilidades de cosechar algún éxito se terminan esfumando.
Aquellas personas que siempre están pensando pobremente de sí mismas y de todo lo que les rodea terminan nadando en la mediocridad, esclavas de la rutina y creyendo que para vivir alcanza con respirar.
La vida trae desafíos. Exige esfuerzos. Necesita de sueños, metas, logros. Implica éxitos y derrotas. Ganancias y pérdidas. Esas eventualidades tampoco son siempre extremas. A veces tenemos éxitos a medias. Alcanzamos nuestros propósitos parcialmente. No por ello tenemos que dejar de disfrutar la vida y alegrarnos de nuestros logros, sentir satisfacción por haber dado lo mejor de nosotros en el empeño por salir adelante. Si no logramos un cien por ciento, un ochenta también es bueno. A veces, hasta un cuarenta o menos. Progresamos paso a paso, por etapas.
Nuestra autoestima se alimenta de nuestra percepción positiva de la vida. Aún nuestros fracasos son útiles en la medida que aprendemos de ellos.
Ver lo bueno en todas las cosas, percibir lo positivo en cualesquiera circunstancias nos encontremos contribuye a nuestra felicidad, a nuestro progreso personal y a mejorar la vida de quienes nos rodean.
Jesús nos enseñó:
"La lámpara del cuerpo es el ojo; pues si tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero si es malo, también tu cuerpo está en tinieblas.
Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas.
Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor." (1)
Sabio consejo. Vale la pena seguirlo.
(1)Lucas 11:34-36

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