REFLEXIONES ACERCA DEL ABORTO

Confieso que no soy médico, ni biólogo ni genetista. Mis conocimientos acerca de esas áreas no pasan de lo que pueda haber aprendido en mi época de estudiante liceal, o la información que haya podido acumular en mi mente a lo largo de mi vida, a través de artículos de divulgación científica a nivel popular.

Así y todo, entiendo que toda persona posee en las células de su organismo material genético, contenido en los 23 pares de cromosomas presentes en el núcleo de cada célula, el cual es propio del individuo y determina sus características, como el color de sus ojos, los rasgos de su cara, su grupo sanguíneo, su tipo de cabello, etc.
Esos cromosomas son largas cadenas de moléculas que se dividen en segmentos, conteniendo cada uno de ellos información codificada que determina las características mencionadas más arriba.
Al momento de la gestación del embrión en el seno materno, dos células se combinan: una aportada por el varón y otra por la mujer. Cada una de esas células tiene un conjunto propio y distintivo de 23 cromosomas, uno por cada par de los originales de los progenitores. De esa combinación celular, se crea en el embrión un nuevo conjunto de 23 pares de cromosomas a partir del aporte de los progenitores.
Ese proceso de recombinación genética determina:
1) Las características heredadas de los padres presentes en el embrión, en base a leyes naturales que no viene al caso mencionar aquí;
2) El hecho irrefutable de que el código genético del embrión es diferente de los códigos genéticos de ambos progenitores.
De manera que, cuando una mujer queda embarazada, su cuerpo alberga un conjunto de células con material genético diferente del que está presente en todas las células de su cuerpo.
Así concebido, el embrión se encuentra aislado por una membrana que impide que su sangre se mezcle con la materna.
Ante estos hechos incontrastables, cabe preguntarse:
El feto así concebido ¿es parte del cuerpo de la mujer que lo gesta en su vientre?
Si fuera parte de su cuerpo, debería contener el mismo material genético que la gestante. O sea que los 23 pares de cromosomas de las células del feto deberían ser exactamente idénticos a los 23 pares de cromosomas de la totalidad de las células del cuerpo de la mujer.
La ciencia responde que no lo son. Por tanto, el feto no es parte del cuerpo de la mujer, sino que está contenido en él y es nutrido por él a través de esa membrana protectora. ¡Lo confirma la ciencia!
Cabe hacerse otra pregunta:
¿Está vivo el feto? ¿Tiene vida en sí?
Según las legislaciones vigentes en prácticamente todos los países, el feto no es una persona legalmente reconocida hasta el momento de su nacimiento. Pero ¿es vida lo que lleva en su vientre una mujer embarazada?
Razonemos por el absurdo. Supongamos que la respuesta es negativa. Entonces ¿cómo se explica que se desarrolle desde una célula hasta convertirse en una persona luego del parto? Si no tuviera vida sería inerte como las rocas, los edificios o el polvo de la tierra.
El feto es vida. Vida dentro del vientre materno. Vida separada del cuerpo de la mujer.
Así que quienes justifican el aborto como práctica legítima para terminar una gestación con la muerte del feto, deberán buscar otro argumento que no sea el derecho de la mujer a hacer lo que desee con su propio cuerpo en el caso de abortar. Porque está también afectando otra vida. De manera irremediable.
Las leyes podrán despenalizar el aborto. Los ciudadanos ciertamente debemos respetar y honrar las leyes del país. Las mayorías podrán imponer su voluntad a través de legítimos procedimientos democráticos, ya sea mediante plebiscitos o por medio de sus representantes políticos. Pero, por favor, no tapemos el sol con la mano pensando que, por no verlo, dejó de brillar. Asumamos como sociedad el verdadero significado de lo que decidimos hacer en el ejercicio de nuestra libertad.

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