IDEOLOGÍA DE GÉNERO, LAICIDAD Y HOGAR
Recientemente ha sido publicado en Uruguay una guía para docentes de escolares y preescolares denominada "Propuesta didáctica para el abordaje de la educación sexual en Educación Inicial y Primaria".
El objetivo que la Guía persigue es ofrecer un material de
apoyo a los docentes de educación inicial y primaria, que por ley deben incluir
en el aula la educación sexual de forma transversal en los contenidos que se
dictan en sus clases.
Más allá de lo que la Guía contiene en lo que refiere a los
aspectos biológicos, el material apunta básicamente a promover la ideología del
género en la formación de los niños.
En los fundamentos de la Guía se mencionan los
"derechos sexuales de los niños". Este eufemismo presenta, disfrazado
de "derechos", la inculcación, en los niños, de valores propios de la
ideología de género. Por más respeto que merezca esta ideología, no
necesariamente es compartida por todos. La ideología de género no deja de ser
una "construcción social" que apunta a cambios culturales
controvertibles en muchos de sus aspectos.
El concepto de género disociado del sexo biológico está en
la esencia de esta doctrina. No todo el mundo opina igual. Sin embargo, esta
forma de pensar fundamenta algunos de los cambios culturales más destacables
que se han venido operando en la sociedad en las últimas décadas.
Hablemos claro: cada cual es libre de elegir la vida y
conducta que desee. Nadie jamás debiera ser censurado, perseguido o
discriminado por lo que siente y vive respecto de su esencia humana. Nadie. No
importa cuáles sean su credo, raza, ideas u orientación sexual.
Esta libertad implica, a su vez, que a nadie se le puede
imponer una visión particular de vida con la que no esté de acuerdo, salvo que
se trate de valores y principios universalmente aceptados que aseguren la
convivencia pacífica en sociedad.
¡Cuánto más válida es esta aseveración cuando se trata de
las mentes tiernas de niños que aún no han desarrollado la capacidad de
asimilar conceptos y valores sobre los cuales aún los adultos tenemos
discrepancias!
Por ejemplo: enseñar a los niños que el ser varón o mujer es
independiente de las características propias de sus cuerpos es inapropiada por
causa de la propia inmadurez de ellos.
Es por ese motivo que las constituciones de los países
democráticos reservan a los padres un rol esencial y exclusivo en la formación
y educación de los menores bajo su cargo.
Este proceder no es otra cosa que el principio de laicidad
en su plena medida; esa laicidad a la cual tanto recurren los promotores de la
ideología de género cuando ven amenazadas sus posturas con enseñanzas
contrarias a sus intereses.
Sí: se está violando la laicidad al enseñar la doctrina de
género a los niños como verdad irrefutable.
Sí: se está violentando la patria potestad consagrada en
nuestras Constituciones al pretender desconocer el derecho de los padres a
proveer la educación de valores que crean más convenientes para sus hijos.
Sí: es inaceptable colocar a niños en el centro de disputas
ideológicas que no pueden entender.
Entonces, ¿qué puede hacerse al respecto?
La llamada "decodificación cultural" ya está en
marcha. Las leyes deben ser respetadas y cumplidas. Ciertamente la
discriminación debe ser erradicada. Pero nuestros hijos deben ser amparados de
todo proselitismo para que, recién cuando lleguen a la edad apropiada, puedan
juzgar por sí mismos. Como padres no podemos ni debemos renunciar a nuestro
derecho de formarlos conforme a nuestros valores.
La respuesta podría encontrarse en el ejemplo de aquellas
naciones que han logrado atravesar los milenios sin desaparecer. Aquellas que
han sabido transmitir de una generación a la siguiente sus valores
fundamentales.
Sin ir más lejos, bástenos recordar la admonición bíblica:
"Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu
corazón;
y se las repetirás a tus hijos y les hablarás de ellas
estando en tu casa, y andando por el camino, y cuando te acuestes y cuando te
levantes.
Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como
frontales entre tus ojos..."1
En el hogar está la respuesta. Dentro del inviolable
santuario del hogar, y dentro del apacible entorno de una familia que vive en
unidad y amor.
Allí, los hijos podrán recibir de padres afectuosos los
tesoros de vida que nunca recibirán de manos ajenas.
Padres:
"La obra más importante que jamás realizará(n) será la
que pueda(n) efectuar dentro de los muros de (s)u propio hogar."2
Se trata un compromiso que no podemos eludir...
(1) Deuteronomio
6:6-8
(2) Harold B. Lee,
Fortaleciendo el hogar, 1973, pág. 8
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