Entradas

Mostrando entradas de marzo 6, 2022

EL DERECHO A LA VIDA

Es posible encontrar en la historia pueblos bárbaros que practicaban sacrificios humanos como ofrendas a sus dioses. En ocasiones sacrificaban a sus enemigos capturados, en otras a doncellas vírgenes, inclusive infantes.      En los registros antiguos se menciona al Dios Moloc, a quien pueblos vecinos de  los hebreos sacrificaban sus hijos por fuego.      Para los pueblos civilizados de hoy ello resulta repugnante y condenable. ¡Qué diríamos de una nación que aún practicase semejantes ritos!      En la Segunda Guerra Mundial más de 20 millones de seres humanos fueron sacrificados en los campos de batalla y entre la población civil. Los ejemplos pueden multiplicarse demostrando el poco aprecio por la vida que se tiene entre quienes pueblan la Tierra. Es que las guerras no las hacen las madres.      La paz es el sueño de la Humanidad. Muchos países civilizados de hoy en día pueden jactarse que no tienen entre sus fronteras ni dioses Moloc ni guerras mundiales. La paz al fin ha sido conqu

SUBLIME Y ESTREMECEDOR

Durante el invierno de 1834-35, el profeta José Smith dedicó parte de su tiempo a la preparación de lo que denominó DISCURSOS SOBRE LA FE, una serie de lecciones a ser presentadas en la Escuela de los Profetas (Véase D y C 88:127, 136-141; 90: 7). Basadas en las clases de teología que se habían impartido hasta ese momento en la mencionada escuela, debían ser incluidas en la publicación de Doctrina y Convenios, acompañado la recopilación de revelaciones recibidas.   Aunque nunca se incluyeron dichos Discursos en el canon de escrituras aceptadas como revelación divina por la Iglesia, su valor en la formación de los santos mereció que durante años permanecieran incluidos en el libro de Doctrina y Convenios. Las ediciones modernas de ese libro no los contienen.   En el sexto Discurso José Smith analiza cómo el hombre encuentra la fuerza para seguir el camino que Dios le ha señalado. Comienza estableciendo que debemos tener el conocimiento de que la dirección que nuestra vida lleva “est

LA CLAVE DE NUESTRA FORTALEZA

Vivimos una época de grandes cambios. No sólo los cambios ocurridos definen este presente, sino que la velocidad con la que se han sucedido también da un tinte singular a esta época.   Muchos de esos cambios han sido positivos para la humanidad. Los avances científicos y tecnológicos han acercado al hombre a estándares de vida nunca imaginados. Se han hecho grandes descubrimientos en el campo de la medicina que han elevado las expectativas de vida y han contribuido a la cura de muchas enfermedades que en el pasado se consideraban irremediables. Los progresos en áreas como la ingeniería, la agricultura, el transporte, la tecnología y las comunicaciones han abierto la esperanza de crear un mundo mejor donde la pobreza y la injusticia se vean desterradas de la faz del planeta.   Mucho se ha avanzado, pero resta también mucho por hacer. Los acontecimientos políticos y sociales de las últimas décadas han demostrado que a la par del progreso registrado, el desacuerdo y la violencia e

DE UNA VEZ Y PARA SIEMPRE

  De todas las actividades humanas, la toma de decisiones es la más frecuente y esencial. Vivimos tomando decisiones puesto que ellas nacen del don del libre albedrío con el cual Dios nos revistió; don, sin el cual, los propósitos de Su plan de salvación se hubiesen frustrado.     La forma en que tomamos decisiones condiciona nuestro progreso. También lo hacen las decisiones mismas pues nuestra vida resulta, a la larga, de la sumatoria de todas las decisiones que en algún momento hayamos tomado.     Muchas decisiones resultan fáciles de tomar. Algunas llegan a convertirse en hábitos, lo cual nos libera de tener que pasar por el proceso de analizar las distintas alternativas, sopesar sus ventajas y desventajas, cernirlas por el filtro de nuestros principios y valores, y finalmente tomar un curso de acción acorde a nuestra elección.   Otras decisiones son más difíciles de tomar. Generalmente cuando nos vemos inmersos en situaciones límite, cuando nuestras convicciones son puestas a

FAVORECIDOS DEL SEÑOR

  El Libro de Mormón principia con un versículo significativo pues lleva a reflexionar sobre la manera en que nuestro Padre Celestial se relaciona con nosotros, Sus hijos.   “Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre; y habiendo conocido muchas aflicciones durante el curso de mi vida, siendo, no obstante, altamente favorecido del Señor todos mis días; sí, habiendo logrado un conocimiento grande de la bondad y los misterios de Dios, escribo, por tanto, la historia de los hechos de mi vida.”1   Respecto de este versículo, en su libro Escudriñando las Escrituras, el élder Cook se pregunta:   ¿El Señor realmente tiene favoritos? ¿Podría ser eso verdad? ¿Qué significa? Pensé que amaba a todos igual. Si Nefi fue altamente favorecido, ¿cómo podría llegar a ser yo altamente favorecido? Si existe tal cosa como ser favorecido por el Señor, eso es lo que yo quiero ser. Pero ¿cómo se hace? ¿Cómo puedo aplicar este pasaje a mí mismo

NUESTRA LIAHONA PERSONAL

  No debería existir asunto más importante en la mente del hombre que el desarrollo de su relación con Dios, su Creador. Lamentablemente, no sólo el conocimiento de la verdadera naturaleza de la Divinidad se ha tergiversado entre Sus hijos, sino que el rol de Dios en el diario vivir ha pasado a segundo plano, eclipsado por las preocupaciones mundanas que agobian al ciudadano común de este nuevo siglo.   Como Santos de los Últimos Días, tenemos el privilegio de poseer ese inapreciable conocimiento, y la responsabilidad de vivir a la altura de nuestro testimonio intentando compartir, al mismo tiempo, esa “perla de gran precio” cuya posesión es el mayor don al que podamos aspirar en esta vida.   Ese conocimiento no debería envanecernos ni llevarnos a creer que somos mejores que el resto de nuestros hermanos. Así como Jesús enseñó a Sus discípulos “que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor; y cualquiera de entre vosotros que quiera ser el primero será siervo

EL ÉXITO DURADERO

Entre los arquetipos que el cine más ha difundido entre sus espectadores, está el del héroe que desafía al mundo y es capaz de vencerlo por sí sólo, recurriendo tan solamente a sus propias fuerzas. Ayudado por algunas circunstancias azarosas, consigue sobreponerse a la adversidad, sufre dolores y decepciones, resiste a la idea de ser derrotado y consigue finalmente salir victorioso, inmune a los golpes del enemigo y milagrosamente sano y a salvo, a pesar de las ocasionales heridas recibidas.   Ese héroe no tiene hambre ni sed; no conoce la fatiga ni necesita del sueño reparador. No se desangra en la batalla ni pierde el humor aún ante las más graves circunstancias. Conoce todos los caminos; encuentra todas las salidas; intuye todas las soluciones.   Como en las películas, cada uno de nosotros es el protagonista de su propia vida. Pero la clase de héroes que en verdad se requiere dista mucho de la que promueve el mundo del entretenimiento. No existen los superhéroes. Existen hombres

UNO CON NUESTRO PADRE CELESTIAL

La responsabilidad más grande que podemos asumir es llevar almas a Cristo, comenzando naturalmente por la nuestra. Cuando los misioneros enseñan los principios del Evangelio a una persona el desafío más importante que proponen al investigador es la de su bautismo. Cuando un niño con edad menor a los ocho años conoce la Iglesia o fue oportunamente inscrito en ella si nació de padres miembros, se aguarda con expectativa la llegada de su octavo cumpleaños para bautizarle si lo desea.   Visto desde ese punto de vista, el bautismo es una meta. Pero podemos preguntar como lo hacía Nefi: "Y ahora bien, amados hermanos míos, después de haber entrado en esta estrecha y angosta senda, quisiera preguntar si ya quedó hecho todo".   A lo cual respondía: " He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar."   Y agregaba: &qu