EL DERECHO A LA VIDA

Es posible encontrar en la historia pueblos bárbaros que practicaban sacrificios humanos como ofrendas a sus dioses. En ocasiones sacrificaban a sus enemigos capturados, en otras a doncellas vírgenes, inclusive infantes.

     En los registros antiguos se menciona al Dios Moloc, a quien pueblos vecinos de  los hebreos sacrificaban sus hijos por fuego.

     Para los pueblos civilizados de hoy ello resulta repugnante y condenable. ¡Qué diríamos de una nación que aún practicase semejantes ritos!

     En la Segunda Guerra Mundial más de 20 millones de seres humanos fueron sacrificados en los campos de batalla y entre la población civil. Los ejemplos pueden multiplicarse demostrando el poco aprecio por la vida que se tiene entre quienes pueblan la Tierra. Es que las guerras no las hacen las madres.

     La paz es el sueño de la Humanidad. Muchos países civilizados de hoy en día pueden jactarse que no tienen entre sus fronteras ni dioses Moloc ni guerras mundiales. La paz al fin ha sido conquistada…

     Sin embargo una nueva guerra que cobra más de 50 millones de víctimas al año está arrasando la mayoría de esos países civilizados. Una guerra que busca acabar con el derecho a la vida. Una guerra que sí hacen las madres.

     Porque como apuntaba la Madre Teresa de Calcuta:

"Pero yo siento que hoy en día el mayor destructor de la paz es el aborto, porque es una guerra en contra del niño, la muerte directa de un niño inocente, asesinado por la propia madre. Y si aceptamos que una madre puede matar hasta a su propio hijo, ¿cómo podemos decirle a otras gentes que no se maten unos a otros? ¿Cómo persuadimos a una mujer de que no se haga un aborto?

“ Como siempre, debemos persuadirla con amor y debemos recordarnos a nosotros mismos que amor significa estar dispuestos a dar hasta que duela. Jesús dio hasta su vida para amarnos. Así, la madre que está pensando en el aborto, debe ser ayudada a amar, eso es, dar hasta que duelan sus planes, o su tiempo libre, para respetar la vida de su hijo. El padre de ese hijo, quien quiera que sea, también debe dar hasta que duela. Mediante el aborto la madre no aprende a amar, sino que mata hasta a su propio hijo para resolver sus problemas. Y, mediante el aborto, se le dice al padre que no tiene que tomar ninguna responsabilidad con el niño que ha traído al mundo. El padre probablemente ponga a otras mujeres en el mismo problema. De manera que al aborto sólo conduce a más abortos.

“ Cualquier país que acepte el aborto no está enseñando a su gente a amar, sino a que use cualquier violencia para conseguir lo que quiere. Es por eso que el  mayor destructor del amor y la paz es el aborto".

     A pesar de que el diálogo sobre el tema parece “de sordos” pues nace de la insanía de los abortistas en creer que el feto (aún al momento de su concepción) no es un ser vivo, no por ello deja de ser menos  repugnante y condenable al igual que los ritos de aquellos antiguos pueblos ya perdidos en la Historia.

     Parece que aquellos perimidos dioses como Moloc aún sobreviven, aunque han adoptado formas nuevas.

     La comodidad, el materialismo, el consumismo… Y por si alguno dijere que el aborto abate la pobreza enfáticamente decimos que no. La pobreza no se combate con la degradación del ser humano ni las consecuencias adversas que la práctica del aborto acarrea.

     Volviendo a la Madre Teresa de Calcuta, ella aborrecía las políticas internacionales de la ONU sobre el aborto, y en 1995  envió una carta a la Conferencia de Beijing en la que escribió:

 "Ese poder especial de amar que pertenece a una mujer se ve más claramente cuando ella llega a ser madre. La maternidad es el don de Dios a las mujeres ... Sin embargo, podemos destruir este regalo de la maternidad, especialmente por el mal del aborto .... Ningún trabajo, ni planes, ni posesiones, ninguna idea de "libertad" pueden tomar el lugar del amor ".

     Defendamos los derechos de quienes aun no tienen voz pero sí tienen vida. 

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