Entre los arquetipos que el cine más ha difundido
entre sus espectadores, está el del héroe que desafía al mundo y es capaz de
vencerlo por sí sólo, recurriendo tan solamente a sus propias fuerzas. Ayudado
por algunas circunstancias azarosas, consigue sobreponerse a la adversidad,
sufre dolores y decepciones, resiste a la idea de ser derrotado y consigue
finalmente salir victorioso, inmune a los golpes del enemigo y milagrosamente
sano y a salvo, a pesar de las ocasionales heridas recibidas.
Ese héroe no tiene hambre ni sed; no conoce la
fatiga ni necesita del sueño reparador. No se desangra en la batalla ni pierde
el humor aún ante las más graves circunstancias. Conoce todos los caminos;
encuentra todas las salidas; intuye todas las soluciones.
Como en las películas, cada uno de nosotros es el
protagonista de su propia vida. Pero la clase de héroes que en verdad se
requiere dista mucho de la que promueve el mundo del entretenimiento. No
existen los superhéroes. Existen hombres y mujeres de carne y huesos, sujetos a
las debilidades propias del estado mortal, vulnerables a los peligros que les
rodean, rodeados de incertidumbres que los hacen vulnerables a los miedos e
inmersos en una imperfección que les niega la condición de infalibles.
La adversidad es nuestra compañera constante por el
camino que recorremos en este estado probatorio. La “buena estrella” que parece
proteger a algunas personas no consiste en verse libre de las dificultades ni
de la carga de las debilidades que caracterizan la condición humana. Obedece,
ante todo, a la actitud con que asumen las circunstancias de la vida.
Saben “que es preciso que haya una oposición en
todas las cosas”1 pero asumen sus pruebas con la convicción de que “fiel es
Dios, que no (los) dejará ser tentados más de
lo que (puedan) resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que (puedan) soportar(las)”2.
Viven con “la mira puesta únicamente en la gloria
de Dios”3 y se esfuerzan por ser hacedores de la palabra y no tan solamente oidores
4. Pasan desapercibidos para el mundo porque “las cosas que son del Espíritu de
Dios ... para el (mundo) son locura”5.
Pero no pasan desapercibidos ante los ojos de Dios.
risto nos prometió la paz en medio de las
tribulaciones. Ello no significa librarnos de ellas, sino que, por su gracia,
podamos enfrentarlas conservando la calma, sabedores que nos ha dado Su palabra
y Él no miente:
“La paz os
dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro
corazón ni tenga miedo... Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.
En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo.”6
No estamos solos. Nuestro Creador nos dio la
debilidad (de la condición mortal) para que fuésemos humildes y le buscáramos.
Al encontrarle, Él hará que nuestras debilidades (las flaquezas que nos
llevaron a Él) se desvanezcan como el rocío ante los rayos del sol.7
Como lo expresó el Élder David A. Bednar, “tal vez
creamos, por error, que el trayecto para pasar de buenos a mejores y llegar a
ser santos lo tenemos que realizar solos, por pura valentía, fuerza de voluntad
y disciplina, y con nuestras capacidades obviamente limitadas... La fuerza de
voluntad individual, la determinación y motivación personales, la planificación
eficaz y el fijar metas son necesarios, pero al final son insuficientes para
que llevemos a cabo con éxito este recorrido terrenal. Verdaderamente, debemos
llegar a confiar en 'los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías' (2
Nefi 2:8)”. 8
Habremos dado un gran paso en nuestra comprensión
del propósito de nuestra existencia terrenal y de nuestra relación con Dios y
su Hijo si llegamos a sentir que “todo lo (podemos) en Cristo que nos
fortalece”9, siendo conscientes que “es por la gracia por la que nos salvamos,
después de hacer cuanto podamos”9. Ésta es la clave del éxito duradero.
(1) 2 Nefi 2:11
(2) 1 Corintios 10:13
(3) Doctrina
y Convenios 4:5
(4) Romanos
2:13
(5) 1 Corintios 2:14
(6) Juan
14:27, 16:33
(7) Véanse
Éter 12:27 y 2 Corintios 12:9-10
(8) “La Expiación y el trayecto de la vida
terrenal”, abril 2012
(9) Filipenses 4:13
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