FAVORECIDOS DEL SEÑOR

 El Libro de Mormón principia con un versículo significativo pues lleva a reflexionar sobre la manera en que nuestro Padre Celestial se relaciona con nosotros, Sus hijos.

 “Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre; y habiendo conocido muchas aflicciones durante el curso de mi vida, siendo, no obstante, altamente favorecido del Señor todos mis días; sí, habiendo logrado un conocimiento grande de la bondad y los misterios de Dios, escribo, por tanto, la historia de los hechos de mi vida.”1

 Respecto de este versículo, en su libro Escudriñando las Escrituras, el élder Cook se pregunta:

 ¿El Señor realmente tiene favoritos? ¿Podría ser eso verdad? ¿Qué significa? Pensé que amaba a todos igual. Si Nefi fue altamente favorecido, ¿cómo podría llegar a ser yo altamente favorecido? Si existe tal cosa como ser favorecido por el Señor, eso es lo que yo quiero ser. Pero ¿cómo se hace? ¿Cómo puedo aplicar este pasaje a mí mismo?

 Más adelante el élder Cook hace referencia a estas otras palabras de Nefi:

 " He aquí, el Señor estima a toda carne igual; el que es justo es favorecido de Dios.”2

 La lectura de la mencionada declaración le lleva a afirmar que, si deseamos ser favorecidos por el Señor, debemos guardar Sus mandamientos. Ello nos asegurará las bendiciones del Señor y seremos más altamente favorecidos que quienes no lo estén haciendo.

 El hecho de que Dios proceda en esta manera está íntimamente ligado con lo que Nefi observó acerca de “las entrañables misericordias del Señor”. Las siguientes dos citas arrojan más luz en cuanto al asunto:

 “Y acaeció que cuando mi padre hubo leído y visto muchas cosas grandes y maravillosas, prorrumpió en exclamaciones al Señor, tales como: ¡Cuán grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso! ¡Tu trono se eleva en las alturas de los cielos, y tu poder, y tu bondad y misericordia se extienden sobre todos los habitantes de la tierra; y porque eres misericordioso, ¡no dejarás perecer a los que acudan a ti!”3

 “... Pero he aquí, yo, Nefi, os mostraré que las entrañables misericordias del Señor se extienden sobre todos aquellos que, a causa de su fe, él ha escogido, para fortalecerlos, sí, hasta tener el poder de librarse.”4

 En la Conferencia General de abril de 2005, el élder David A. Bednar dijo lo siguiente sobre estos versículos:

 Las entrañables misericordias del Señor son las sumamente personales e individualizadas bendiciones, fortaleza, protección, seguridad, guía, amorosa bondad, consuelo, apoyo y dones espirituales que recibimos del Señor Jesucristo por causa de Él y por medio de Él.

 No debemos subestimar ni pasar por alto el poder de las entrañables misericordias del Señor. La simplicidad, la dulzura y la constancia de las entrañables misericordias del Señor serán de mucho provecho para fortalecernos y protegernos en los tiempos difíciles en los que actualmente vivimos y en los que aún viviremos. Cuando las palabras no pueden proporcionar el solaz que necesitamos ni expresar el gozo que sentimos, cuando es simplemente inútil intentar explicar lo inexplicable, cuando la lógica y la razón no pueden brindar el entendimiento adecuado en cuanto a las injusticias y desigualdades de la vida, cuando la experiencia y la evaluación terrenales son insuficientes para producir el resultado deseado y cuando parezca que quizás nos encontramos totalmente solos, en verdad el Señor nos bendice con Sus entrañables misericordias y se nos fortalece hasta tener el poder de librarnos (véase 1 Nefi 1:20).

 La palabra escogido en 1 Nefi 1:20 es fundamental a fin de comprender el concepto de las entrañables misericordias del Señor. Según el diccionario, la palabra escogido da la idea de selecto, a lo que se da preferencia o se escoge; también se utiliza para referirse a los elegidos o escogidos de Dios.

 Es posible que algunas personas que oigan o lean este mensaje erróneamente pasen por alto o descarten la idea de que ellas tienen a su alcance las entrañables misericordias del Señor y piensen: “Con toda certeza yo no soy ni nunca seré escogido”. Tal vez pensemos equivocadamente que esas bendiciones y esos dones están reservados para otras personas que parecen ser más rectas o que sirven en llamamientos destacados de la Iglesia. Testifico que las entrañables misericordias del Señor están al alcance de todos nosotros y que el Redentor de Israel está ansioso por conferirnos esos dones.

 El ser o llegar a ser escogidos no es un estatus exclusivo que se nos concede; más bien, ustedes y yo somos los que determinamos si somos escogidos. Presten atención al uso de la palabra escogidos en los siguientes versículos:

 “He aquí, muchos son los llamados, y pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?

 “Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres…” (D. y C. 121:34–35).

 Creo que lo que implican esos versículos es bastante claro. Dios no tiene una lista de personas favoritas a la que esperamos que algún día se añada nuestro nombre. Él no limita “los escogidos” a unos pocos; por el contrario, son nuestro corazón, nuestras aspiraciones y nuestra obediencia lo que definitivamente determina si somos contados entre los escogidos de Dios.

 ¿Significa todo ello que, si buscamos hacer lo justo y logramos vivir en rectitud, nos veremos libres de problemas? De ninguna manera, pues existe “oposición en todas las cosas” y aún los justos deben padecer pruebas. Jesús no nos prometió librarnos de las pruebas; antes, Él mismo las padeció de una manera que nuestra mente es incapaz de alcanzar a comprender. Sí nos prometió la paz en medio de las tribulaciones; las cuales, sufridas con paciencia, nos acercarán a Él haciéndonos fuertes.

 “Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo.”5

 Por lo que Pablo escribe:

 “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

 “Por lo cual, por causa de Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”6

 Cuando en la aparente soledad del sufrimiento nos parezca que no podemos resistir más, bastará la gracia infinita que emana de las entrañables misericordias del Señor para rescatarnos del dolor y consolarnos con la promesa de que, si le amamos y guardamos Su palabra, no sólo el Padre nos amará, sino que vendrán a nosotros y harán morada con nosotros.7

(1) 1 Nefi 1:1 

(2) 1 Nefi 17:35

(3) 1 Nefi 1:14 

(4) 1 Nefi 1:20 

(5)  Juan 16:33

(6)  2 Corintios 12:9-10

Comentarios